martes, 13 de junio de 2023

Ecuador: Muerte cruzada, elecciones y paradojas de la política

 Ecuador: Muerte cruzada, elecciones y paradojas de la política

 

Pablo Dávalos

 

El decreto de “muerte cruzada” del Presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, cambió el registro de la discusión política en el país  y generó nuevos escenarios que es necesario analizarlos. Si antes de este decreto de muerte cruzada el debate político se concentraba en la posibilidad de que el gobierno pueda tener los votos necesarios en la legislatura para salvarse de una destitución que parecía inminente, al tiempo que la oposición le enrostraba la corrupción y la culpabilidad por la crisis del país, con el decreto de muerte cruzada todo ese áspero debate se difumina y, paradójicamente, pierde actualidad.

Ahora el debate político se concentra en las posibilidades electorales que tendrían las principales fuerzas políticas, mientras que el gobierno, que se puso fecha de caducidad a sí mismo, se limita a administrar la transición sin, aparentemente, influir en ella, al extremo de abstenerse a la reelección e incluso renunció a presentar candidaturas para la Asamblea Nacional.

 ¿Cómo pudo el debate político cambiar de registro tan radicalmente y en tan corto plazo? ¿Qué pasó con el estupor nacional que causó el asesinato de Rubén Chérrez, el principal socio de Danilo Carrera, el cuñado del Presidente Lasso y que abría una vía directa para que el Presidente Guillermo Lasso sea investigado directamente por vinculación con el narcotráfico y el crimen organizado? ¿Dónde está la institucionalidad que tenía que pronunciarse y actuar sobre las graves denuncias de corrupción del gobierno de Guillermo Lasso en las empresas públicas y que fueron el fundamento para su juicio político? ¿Dónde quedaron las denuncias de paraísos fiscales y evasión fiscal de Lasso? 

Y, más allá de ese debate coyuntural, ¿dónde está la preocupación que el país debería tener sobre el modelo económico de una austeridad implacable e impuesto directamente desde el FMI? De hecho, ya casi nadie menciona el programa de consolidación fiscal del FMI que es el centro real del debate, porque fue gracias a ese programa económico que se produjo el vaciamiento del Estado que condujo a la anomia y al Estado fallido. 

De una forma casi mágica, el decreto de la muerte cruzada, ha soslayado aquello que debió ser la prioridad del debate político y ha creado un olvido estratégico sobre lo más importante: el modelo económico de concentración del ingreso y de lumpen-acumulación. 

En consecuencia y a tono con el tiempo político, ahora todo se concentra en los candidatos, sus campañas electorales y, como es habitual, la conversión de las elecciones en espectáculo. En dos meses, hasta la penúltima semana de agosto de 2023 cuando se realizarán las elecciones, el país entrará en ese momento que Guy Debord denominaba la sociedad del espectáculo, en donde la verdad es solo un momento de lo falso. Las elecciones crean el simulacro de la política y establecen coordenadas para que las decisiones políticas de los electores traten de no alterar los centros del poder. 

Sin embargo, en esta ocasión las miradas se dirigen hacia los dos actores políticos más importantes y que son, de hecho, quienes habían disputado la transición política en el país hasta ese entonces: de una parte, la revolución ciudadana; y, de otra, el movimiento indígena. 

Ahora bien, antes que empiecen las elecciones, de forma sorpresiva, el movimiento indígena decide no participar en ellas por problemas internos con su partido político, el movimiento Pachakutik. En efecto, las tensiones entre el movimiento social y su expresión política llegaron a desgarrar de tal forma al movimiento indígena que terminaron por anularlo políticamente y dejarle sin chance de ser parte activa de las disputas políticas de la coyuntura.

Si bien es cierto que esas tensiones fragmentaron al movimiento indígena al extremo de obligarlo a abandonar el campo de disputas políticas, también es cierto que, independientemente de sus propias argumentaciones que justifiquen su decisión, el movimiento indígena será el gran ausente de esta transición política lo que deja un enorme vacío que tratará de ser aprovechado por dos grandes contradictores políticos del movimiento indígena pero que, de alguna manera, comparten su espacio político, de una parte la revolución ciudadana y, de otra, la candidatura de Yaku Pérez.

De esta manera y sin el movimiento indígena como actor fundamental de estas elecciones, el único temor que ahora tendría la revolución ciudadana es que el espacio vacío dejado por el movimiento indígena sea aprovechado y copado por el candidato Yaku Pérez. 

Yaku Pérez se separó del movimiento indígena luego de las elecciones de 2019, para crear su propio partido político al que ha denominado “Somos Agua”. Empero es necesario indicar que el movimiento indígena no le tiene ninguna confianza política porque lo considera un personaje ambiguo y demasiado oportunista. Si bien es cierto que fue compañero de ruta del movimiento indígena, también es cierto que en los eventos más importantes de la movilización social e indígena, aquellas de octubre de 2019 y junio de 2022, el movimiento indígena no dejó que Yaku Pérez juegue ningún rol, ni siquiera como comparsa. 

El movimiento indígena se ha abstenido de validarlo como un actor político que comparta su discurso y su proyecto político. En efecto, mientras el movimiento indígena siempre se constituyó desde la clave emancipatoria del Estado Plurinacional y el régimen del Sumak Kawsay, Yaku Pérez, incluso cuando fue dirigente indígena y luego candidato del movimiento Pachakutik, jamás adscribió al discurso del Estado Plurinacional. Su visión política siempre fue más a tono con el discurso ecológico del conservacionismo y con una visión bastante folk del agua, una visión que Pablo Stefanoni denominaría, mutatis mutandis, y en referencia a ciertos sectores del movimiento indígena boliviano, como “pachamamismo”. 

Pero ese discurso del “pachamamismo” y que nada tiene que ver con el discurso político del movimiento indígena ecuatoriano, que ha elaborado un discurso más consistente, más profundo y más radical, será precisamente aquel discurso que le permitirá a Yaku Pérez desplazarse desde el centro hacia la izquierda para copar y disputar el espacio vacío dejado por el movimiento indígena.

Ahora bien, se trata de un espacio político importante y determinante. En las anteriores elecciones, la energía política generada por las movilizaciones de Octubre de 2019 llevaron al movimiento indígena a posiciones estelares en el sistema político, y fue esa energía política la que se tradujo en la enorme votación que transformó al movimiento Pachakutik como la segunda fuerza política de la legislatura y puso a Yaku Pérez a un margen muy estrecho de pasar al balotaje. 

En consecuencia, para estas elecciones Yaku Pérez exhibirá ese  barniz de legitimidad que proviene desde la lucha social llevada adelante por el movimiento indígena para adueñarse de su espacio político. Pero en esta oportunidad, Yaku corre desde otro andarivel: aquel diseñado desde la derecha. Esta vez su candidatura no tiene relación alguna con el movimiento social y, peor aún, con el movimiento indígena. De ahí que tiene que desplazarse desde ese carril hacia el espacio de la izquierda que, al momento, goza de más credibilidad en el electorado.

En su campaña probablemente utilizará el discurso de un ecologismo light que cuestiona el extractivismo pero no al capitalismo, lo que lo convierte, en el actual contexto, en el alfil ideal para frenar a la revolución ciudadana de cualquier posibilidad de retorno al poder. 

Estas elecciones, de otra parte, encuentran a las fuerzas de la derecha divididas y sin discurso. Sus aparentes preocupaciones sociales por la inequidad e injusticia social son apenas un simulacro. Pura estrategia electoral. Si en estas elecciones adscriben al discurso social y de mayor gasto público en salud y educación entonces cabe preguntarse ¿porqué no cuestionaron la reducción del Estado y la ausencia de políticas sociales durante el gobierno de Guillermo Lasso? ¿Por qué apoyaron las políticas de austeridad? 

Los candidatos de la derecha saben que su espacio no solo se ha reducido drásticamente sino que no tienen ninguna propuesta para el país y que solamente tratan de continuar con el proyecto político de Guillermo Lasso pero con otros términos. Por eso intuyen que en estas elecciones sus posibilidades son remotas a pesar de todo el apoyo que reciben de los grandes medios de comunicación. Entonces, quizá sea conveniente suponer que su presencia en la papeleta sea también para acumular capital político para la siguiente elección que será en dos años.

De esta manera, la opción más real que tienen los sectores políticos que quieren evitar el triunfo electoral de la revolución ciudadana quizá sea la candidatura de Yaku Pérez. La cuestión es ¿podrá Yaku Pérez acumular el capital político suficiente como para impedir el triunfo en primera vuelta de la revolución ciudadana y forzar el balotaje? 

Hay algunos aspectos que, por el momento, juegan a su favor: el primero de ellos es el vacío generado por la ausencia de un candidato indígena con fuerza electoral, como habría sido el caso del líder indígena Leonidas Iza si optaba por la carrera presidencial. La otra circunstancia que juega a favor de Yaku y que es un factor muy potente, es la coincidencia de la consulta popular que quiere evitar el extractivismo en el Yasuní, una región del nororiente del país considerada una de las zonas más biodiversas del mundo y en donde habitan pueblos en aislamiento voluntario, así como la consulta popular para evitar la explotación minera en el Chocó Andino. Ambas consultas coinciden con las elecciones generales.

Esta consulta popular sobre el extractivismo en el Yasuní y el Chocó Andino no puede ser reivindicada, además, por la revolución ciudadana puesto que fue justamente la revolución ciudadana la que empezó el extractivismo petrolero en la zona del Yasuní, y porque la revolución ciudadana siempre ha apostado por el extractivismo. Para la revolución ciudadana, según la expresión de su líder máximo, Rafael Correa: “somos como mendigos sentados sobre un saco de oro”. El extractivismo se justifica por sí mismo ya que genera recursos que podrían financiar el desarrollo económico del país.

Pero es justamente ese discurso el que lo aleja de los jóvenes, los ecologistas y de todas las personas que consideran que el calentamiento global no es una exageración y que es necesario actuar de alguna manera para evitar el deterioro ambiental. En un contexto electoral, la revolución ciudadana entra con una desventaja estratégica porque no puede asumir una agenda ecológica que no le pertenece; y porque, de hacerlo, se vería como algo impostado y solamente como estrategia y cálculo electoral, algo que a un electorado tan frágil como aquel elector con sensibilidad ecológica, sobre todo los jóvenes, asusta y aleja. 

En consecuencia, el vacío político dejado por el movimiento indígena y las consultas populares con respecto al extractivismo, son procesos que provocarán una segunda vuelta electoral y que tienen la fuerza suficiente para llevar a Yaku Pérez a esta segunda vuelta electoral, porque es el único candidato que puede sintonizar con ambos procesos.

Si hay una segunda vuelta electoral y si la hipótesis que los candidatos que lleguen sean aquellos de la Revolución Ciudadana y el candidato Yaku Pérez, respectivamente, entonces ¿cuáles serían los probables escenarios? ¿Cómo se resolvería esa disputa? Quizá lo más probable es que, en una segunda ronda electoral, la revolución ciudadana tendría que rendirse a la evidencia que cualquiera que pase con ellos al balotaje tendrá todas las posibilidades de ganarles; por una razón de fondo y es el miedo social a la hubris del poder.

Puede ser que la revolución ciudadana sea la apuesta que el país necesite para salir de sus momentos más obscuros. Durante su gobierno demostraron ser muy eficientes en el manejo del Estado y construyeron la infraestructura pública más importante en décadas y tienen un mensaje de reinstitucionalización que es potente en momentos de crisis y anomia. Empero de ello, las posibilidades de que ganen en una segunda vuelta electoral a un candidato tan ambiguo y sinuoso como Yaku Pérez, son complejas. Al momento de decidir el voto, pesará en esa decisión, y en cada votante, el recuerdo de la hubris del poder.

De hecho, es la apelación a esa memoria de la hubris del poder sobre la cual se ha construido el dispositivo de dominación ideológica más importante del país, aquel del correísmo y anticorreísmo y que tan buenos resultados le ha generado a la derecha y al poder.

Por hubris del poder aquí se hace referencia a ese exceso de poder que devino en autoritarismo y desprecio a quienes estaban al otro lado de la línea cuando el país vivió el ciclo de la revolución ciudadana de 2007 a 2017. Existe el temor, aupado por los grandes medios además, que si esta vez la revolución ciudadana retorna al poder, lo hará para quedarse de forma definitiva. 

¿Podrá la revolución ciudadana otorgar garantías a los electores que su paso por el gobierno será circunstancial y que, una vez en el poder, no procederán a la persecución y la revancha? Si la revolución ciudadana ha dicho en todo momento “prohibido olvidar”, ¿esto no le genera acaso una distancia con el elector que esta vez lo que reclama son cosas concretas como seguridad ciudadana, empleo, institucionalidad y política social?

En consecuencia, la revolución ciudadana tendrá que convencer al elector que son otros momentos y que se ha convertido en una organización política que tiene capacidad de perdón y olvido. Pero para eso necesita realizar un giro radical en su propia epistemología y ontología política que, dadas las circunstancias, será muy difícil que lo realicen.

En este escenario, la revolución ciudadana debería apostarlo todo para ganar en primera vuelta ¿Es plausible pensar en un escenario así? Para que este escenario se cumpla sería necesario que la revolución ciudadana convoque a una alianza más amplia, como aquella que posibilitó su acceso al poder en el año 2006-2007. Tendría que convocar a otros sectores sociales y, en especial a aquellos que están en la izquierda pero que han sido críticos con la revolución ciudadana. ¿Lo hará? Su binomio para estas elecciones da cuenta que nunca abrieron el paraguas para cobijar a otras fuerzas políticas. Nadie niega que tienen la potencia suficiente para llegar al balotaje, pero necesitan aún de más fuerza para ganarlo. 

Es por eso que, desde múltiples voces, se ha sugerido a la revolución ciudadana que abra el abanico para lograr convergencias con más sectores sociales, pero fueron voces que predicaron en el desierto, porque la revolución ciudadana es autista y cree que su propia fuerza política es suficiente para resolver por sí sola los dilemas y complejidades de la coyuntura. ¿Alcanzará su voluntad de poder para vencer a la tenacidad de los hechos? Probablemente no. Pero la revolución ciudadana necesitará la prueba de los hechos para constatarlo.

En consecuencia, y contra todo pronóstico, el vacío dejado por el movimiento indígena, la convergencia de las elecciones sobre el Yasuní y el Chocó Andino con las elecciones generales y el miedo a la hubris del poder que representa la revolución ciudadana y la debilidad de su binomio, ponen en línea recta para que pueda ganar estas elecciones el candidato Yaku Pérez, en el supuesto que este candidato pase el balotaje.

No obstante, es necesario advertir de un tercer vector en la ecuación y es la posibilidad de que un candidato de la derecha, que bien podría ser el candidato del partido socialcristiano Jan Topic, un ex mercenario de las fuerzas paramilitares globales que, además, ha tenido denuncias de corrupción y maltrato, sea la ficha de la derecha extrema para forzar el balotaje.

De suceder esto, en cambio, sería un escenario muy favorable para la revolución ciudadana, porque podría convocar a una convergencia de fuerzas sociales para impedir que gane las elecciones el protofascismo que representa Topic. Empero, dado el complejo escenario electoral y la distribución de fuerzas políticas, la candidatura de Topic quizá tenga cierta potencia pero probablemente no sea suficiente como para llevarlo hasta el balotaje.

Ahora bien, la transición política ha creado una circunstancia especial: ha puesto en línea de continuidad las elecciones de la muerte cruzada con las siguientes elecciones del año 2025. Así, lo que se juega es la transición y la hegemonía sobre un nuevo ciclo político. 

Para la derecha, se trata de reconfigurarse y entrar en la ola del nuevo ciclo con nuevos cuadros, nuevos discursos y, probablemente, nuevas estructuras políticas. Por ello utilizará estas elecciones para posicionar a esos cuadros. Para la revolución ciudadana, estas elecciones son la antesala para las elecciones del año 2025 y, justo por eso, quieren ganarlas. Saben que si ganan ahora, pueden repetir un nuevo ciclo de, al menos, una década. Si no las ganan, saben que cuentan con gobiernos territoriales que pueden ser un importante resorte para las próximas elecciones. 

En este escenario de transición y luchas por la hegemonía, el movimiento indígena tiene la situación más complicada y difícil, porque debe resolver sus disputas y tensiones con su propio movimiento político y, al mismo tiempo, tiene que insertarse estratégicamente en las disputas por las transiciones hegemónicas. Sin embargo, sea que gane la revolución ciudadana o Yaku Pérez, como las opciones con más posibilidades, el próximo gobierno deberá abandonar las políticas de austeridad para poder resolver los problemas de crisis de seguridad, económica y social que vive el país.

Si el próximo gobierno abandona las políticas de austeridad podrán resolverse muchos de los problemas que condujeron a la crisis y a la muerte cruzada. En esas circunstancias, probablemente los electores opten porque ese gobierno que ha empezado a resolver esos problemas continúe haciéndolo a futuro. Es decir, si hace bien las cosas, el próximo gobierno tiene muchas posibilidades de ser reelecto. Eso significa que estaríamos ante la presencia de un ciclo político de largo plazo.

Hay, por tanto, una solución de continuidad entre las elecciones de 2023 con aquellas de 2025. Estas últimas servirán para convalidar todo aquello que se haga en el periodo 2023-24. Por tanto, los actores políticos que no logren posicionarse en esta coyuntura, deberán esperar un ciclo relativamente largo para poder hacerlo nuevamente. Entre esos actores está el movimiento indígena.

De ahí que surgen las preguntas: ¿por qué el movimiento indígena renuncia a ser parte del debate político más trascendente del país? ¿Por qué se aleja de un momento crucial de la coyuntura? ¿Por qué puso por delante de su propio proyecto político histórico a sus impasses internos? Porque, fuerza es aclararlo, esta vez no se trataba solamente de una candidatura presidencial desde el movimiento indígena, sino de disputar las coordenadas y las fronteras de la lucha política que se definían, precisamente, en esa coyuntura electoral, quizá la coyuntura más importante de las últimas décadas. 

Después de todo, Lasso aplica la muerte cruzada porque el movimiento indígena le había llevado a un callejón sin salida en las movilizaciones de junio del año 2022 y había presionado de forma insistente a que sus asambleístas voten por su destitución en el juicio político.

Por eso sorprende que un sujeto político que había luchado de forma denodada por alterar esas coordenadas de la dominación política y que había cambiado de forma trascendente la política del país, al menos desde el levantamiento indígena de 1990, ahora, cuando tenía a su favor la posibilidad de ser el sujeto político más importante de la coyuntura, decide levar anclas y partir en lontananza hacia el horizonte de sus propias contradicciones y naufragar en sus propios errores.

Y la explicación está en que el movimiento indígena no supo imponerse a sus propias antinomias y aporías entre el sujeto comunitario que hace la resistencia y el sujeto político que debe ganar las elecciones. Esta vez estas aporías le pasaron una factura muy alta al movimiento indígena y le orillaron a cometer quizá el error más grueso de su trayectoria política reciente. Sin duda alguna que el movimiento indígena sabrá reinventarse y emergerán nuevos liderazgos que pongan al sujeto social más importante del país nuevamente en la línea de ser gobierno y construir el Estado Plurinacional. Pero, para que eso sucede, habrá que esperar la renovación de sus cuadros y la superación de sus aporías y contradicciones.

 

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