jueves, 5 de noviembre de 2020

Sobre el neoliberalismo, la ontología política de los acontecimientos, y la inanidad de la reflexión teórica

 Reflexiones al margen (308)

Sobre el neoliberalismo, la ontología política de los acontecimientos, y la inanidad de la reflexión teórica


 

Estoy escribiendo sobre los eventos de Octubre de 2019, especialmente en Ecuador, aunque la propuesta teórica valdría también para aquello que sucedió en Chile en la misma época. La categoría de filosofía política que mejor describe a Octubre es aquella del “acontecimiento” (o “acontecimiento-verdad” en la versión de A. Badiou). La cuestión es que la referencia a esta categoría es compleja porque implica un deslizamiento al campo de la ontología y, en particular, a la ontología política. Si Octubre fue un acontecimiento-verdad, entonces fue también un evento de ontología política.


Ahora bien la reflexión que hago nace desde el mismo acontecimiento, es decir, a diferencia de una reflexión sobre un texto, esta es una re-flexión desde el hecho, desde el acontecimiento en sí mismo, de ahí su referencia a Octubre (estuve, de hecho, en la línea de fuego). Es la presencia y emergencia del acontecimiento lo que motiva esta reflexión desde la constatación de su mismo locus de nacimiento. No es, por tanto, un rayo en cielo sereno, es la confluencia de un proceso de luchas, resistencias, y repetidos ensayos tanto por resistir al poder, cuanto por enunciar y anunciar  un orden nuevo.

 

Aquello contra lo que la gente se movilizó y arriesgó incluso su vida, fue contra de un orden que tiene un discurso específico que se impone como verdad del mundo. Es el discurso del neoliberalismo. En consecuencia, el acontecimiento de Octubre tiene referencia directa al neoliberalismo como su condición de posibilidad. Sin embargo, no se trata solamente de comprender la deriva inmediata del neoliberalismo como discurso económico.


El neoliberalismo no es solo un discurso económico, político o jurídico, es mucho más que eso, es el discurso del cual emergen todas las determinaciones que definen el mundo en cuanto mundo. 

Solamente por poner un ejemplo, acabo de recibir una invitación, muy seria por lo demás, para escribir un papercientífico, en el cual tengo que trabajar con varios conceptos de E. Laclau (autor que no me gusta mucho, la verdad), sobre el populismo en Ecuador. 


Ahora bien, en esa convocatoria “académica” hay lo siguiente: “6. Market. a) Please indicate the primary market for your proyect (…) 7. Competition. Please list (…) those publications that your Project will be competing with. These might not always be direct competitors, but simply what your primary readership is using at the momento. What are the key benefits of your Project over and above thes other publications?”.


Entonces, cuando la matriz teórica, epistémica y categorial del neoliberalismo se instila incluso para la producción académica, el neoliberalismo va más allá de cualquier consideración contingente. 

En efecto, ¿cómo es posible y bajo qué lógica social puede comprenderse el hecho que un paper científico “competirá” con otras producciones teóricas? ¿Cómo concebir a un teórico social que intenta responder a un fenómeno social, que de pronto puede coincidir ese momento con mis preocupaciones también teóricas, como un competidor? ¿Hay competencia mercantil en el hecho de pensar al mundo?

  

Cuando vi estas preguntas en la convocatoria para escribir el paper, tuve una epifanía sobre la dimensión ontológica del neoliberalismo. Me sentí como un fabricante de cualquier cosa, que tiene que producir para competir en el mercado ante otros fabricantes que hacen algo parecido. Sentí una profunda humillación con respecto a la posibilidad de la creación científica y teórica, a la que había considerado siempre por fuera de toda adscripción mercantil y de competencia, por la sencilla razón que el pensamiento humano va más allá de las contingencias del mercado. Esas condiciones eran humillantes para cualquier teórico o científico social. Les demostraba que su pensamiento se había convertido en una mercancía más. Obviamente, nunca participé.

Esto me demostraba que el neoliberalismo se ha convertido en algo más allá de una ideología de mercado; en realidad define todos nuestros aspectos de la vida diaria. La forma por la cual trabajamos o no, la forma por la cual estudiamos o no. La forma por la cual nos movilizamos en nuestras ciudades, la forma por la cual gestionamos nuestros problemas sociales. La forma por la cual acometemos nuestros afectos (por ejemplo, descuidamos a quienes amamos, porque no tenemos tiempo para ellos, porque nuestras obligaciones en el mercado, cualesquiera que sean ellas, se imponen como determinaciones más esenciales que nuestros afectos). La forma por la cual cuidamos de nuestra vida, de nuestra imagen en el espejo. La forma por la cual distribuimos nuestro tiempo. Las formas por las cuales nos comunicamos así como los dispositivos que usamos. Incluso la forma de nuestro placer, está determinado por esas coordenadas que hacen del mercado el centro de lo real. 


Por eso, no se trata solo de economía, a pesar que parezca tratarse de eso, se trata de la totalidad de la vida social que se pliega a esa lógica mercantil como razón del mundo. Es en contra de todo eso que hemos salido a las calles. Las políticas de ajuste fueron un detonante en Ecuador, pero en Chile, que viven el ajuste perpetuo, no necesitaron ningún detonante para salir y protestar y cambiar al mundo. En Chile era el grito en contra de la injusticia y la corrupción convertidas en razón del mundo. A esa insurgencia que quiere ir a la raíz de los problemas, de ahí su radicalidad, la filosofía política lo denomina acontecimiento. 


Pero cuando reviso la producción teórica que al momento se realiza, en especial en América Latina, las reflexiones, análisis, referencias son sobre lo que tal autor ha dicho sobre tal otro autor o sobre tal concepto. Son glosas de glosas, en un perpetuum mobileque siempre termina donde empezó. La referencia a la vida misma, es muy tangencial. Es un supuesto diálogo con lo real pero que evita referirse a la estructura de lo real. Por eso, en los textos que leo, en la mayoría de ellos casi nunca no se menciona al neoliberalismo, a pesar que son reflexiones sobre economía, política y filosofía política. Máximo se hace referencia al liberalismo pero más como una metanarración que proviene desde la modernidad. 

Las referencias al neoliberalismo, en la teoría actual, no solo que son escasas sino casi inexistentes. Es como si este no existiese, como si la gente se desenvolviese en un cerrado mundo de categorías (la supuesta racionalidad del mundo), a las cuales no niego su pertinencia, por algo me concentro tanto en ellas para comprenderlas, pero que no tienen incidencia real en la estructura de su mundo, por eso hay ahí algo que no cuadra, algo que hace ruido. 


Quizá porque siempre he estado con el movimiento social, y siempre he pensado desde sus coordenadas, pero, aclaro, no para convertirme en teórico (intelectual orgánico los denominaba Gramsci) de ellos ni tampoco para cuadricularles su posibilidades, ni imponerles un deber-ser a su estrategia, o a sus discursos. 


Muchas veces se han equivocado y yo con ellos. Muchas veces lo que he pensado ha sido a contracorriente de los propios movimientos sociales, sobre todo en contextos electorales, básicamente por las trampas del liberalismo. Pero siempre he pensado desde ahí. No me he ubicado por fuera de ellos. Por eso, cuando leo textos tan académicos, tan llenos de referencias teóricas y al mismo tiempo tan vacíos de historia, de vida, de conflicto, de trinchera, comprendo una praxis que no se hace problema en hablar del populismo (por poner un ejemplo) y, al mismo tiempo, suscribir la ideología del otro (investigador) como competencia, como enemigo. 


Es por eso que trato de empatar varias cosas, no solo una reflexión sobre determinados conceptos, sino su adecuación a la experiencia misma, a la vida, a la resistencia, al movimiento social. Si opto por la ontología política para comprender Octubre, es porque considero que aquello que hacen los movimientos sociales cambia al mundo, y el mundo no está definido, establecido ya de antemano y de por sí, sino que es aquello que debe disputarse milímetro a milímetro. 


Lo que hay que cambiar, por tanto es el mundo, y lo que hay que explicar es precisamente la noción de mundo. ¿Qué es el mundo? ¿Cómo se estructura, cómo se define? Se trata de comprenderlo para poder cambiarlo (Tesis 11, para variar). Por eso precisamente la apelación a la ontología, con lo complejo que es ese campo teórico, con todas sus particularidades, con todos sus puntos ya establecidos, para comprender a Octubre, para entender al movimiento indígena, al movimiento social. La resistencia es un proceso de ontología política porque lo que la resistencia pretende es cambiar al mundo, porque resistir es re-existir. Es luchar con todo tesón por otro mundo posible.


No sé si será mejor o peor, pero sí sé que será diferente. Y que el mundo no se cambia ni por decreto ni por ningún proceso de ingeniería social (y, vale aclarar, por elecciones). No se lo cambia con ideas preconcebidas de lo que podemos creer que será mejor para todos, porque ya estamos bastante curtidos por la experiencia que todo proyecto de ingeniería social siempre termina en el fracaso. 

 

1 comentarios:

A las 16 de noviembre de 2020, 23:34 , Blogger Anonimus ha dicho...

Excelente comentario y desde Ecuador de cerca compartimos tu opinion

 

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