viernes, 14 de agosto de 2020

¿Por qué la Renta Básica Universal es necesaria para el empleo global?

 

Si la pobreza es política, su resolución, por tanto, ya no es económica


Si los empresarios apuestan por la innovación y la competitividad, de acuerdo al credo oficial dominante, es natural que exista una contradicción entre su capacidad de generar empleo y las variables demográficas de cualquier sociedad. Por definición, y eso ya lo demostró la economía política del siglo XIX, el volumen de empleo requerido por los empresarios nunca va a coincidir con las variables demográficas de una sociedad (ley de hierro de los salarios, decía David Ricardo a esta relación, ejército industrial de reserva lo denominaba Marx). Hay un número indeterminado de personas que nunca van a ser contratadas por ninguna empresa, y otro número que siempre van a perder su empleo y lo harán de forma permanente. Y el capitalismo jamás va a resolver esa aporía.

Puede ser que el capitalismo se reinvente en otros sectores, como los servicios, la distribución, entre otros, pero es imposible que tenga capacidad de crear pleno empleo a nivel global. Y es también muy difícil que los empresarios estén dispuestos a pagar buenos salarios y a aceptar a los sindicatos. La delocalización de procesos productivos por parte de las corporaciones que empezó en las últimas décadas del siglo XX y se acentuó en las primeras del siglo XXI, expresaba la búsqueda del capitalismo por trabajo barato, abundante, y sin costos de transacción laboral, y sin exigencias ambientales y de derechos humanos. Fue un retorno a los orígenes de la acumulación originaria de capital. 

La hora de trabajo para la misma ocupación se redujo de varios dólares en los países más avanzados del capitalismo a algunos centavos en su periferia. La delocalización fue el retorno del “molino satánico” de los orígenes del capitalismo y que había descrito Karl Polanyi en La Gran Transformación. Se crearon condiciones de sobreexplotación salarial solamente para satisfacer el apetito de ganancia de los especuladores y de los accionistas. El capitalismo crea empleo a varios niveles: en los países más avanzados está obligado a cumplir con las leyes laborales y la vigilancia de los sindicatos y el pago por hora de trabajo en función del costo de la vida; en la periferia tiene libertad absoluta para la sobreexplotación salarial. Los trabajadores viven dos mundos bajo una misma realidad globalizada y una misma ideología neoliberal. Pero, paradójicamente, los trabajadores del primer mundo tienen todas las de perder a futuro. Como distopía se inscribe en su horizonte de largo plazo la plausibilidad de ciudades abandonadas como Detroit en Estados Unidos. La renta básica universal puede corregir esa asimetría y esa injusticia global con respecto al trabajo.

La pandemia del coronavirus del año 2020 creó una situación límite, porque puso la vida humana en el centro de toda preocupación, que amerita otro tipo de respuestas. Se abrió un espacio que puede ser denominado como economía política de la pandemia, porque permite comprender la forma por la cual el trabajo se segmenta en la globalización en función de las necesidades corporativas y sus juegos de casino mundial. Si la producción capitalista no puede absorber todo el volumen de trabajo que existe en la sociedad y tampoco le puede dar la dignidad que merece, entonces debe dejar que sea la sociedad la que dé una respuesta a esa situación. 

Una respuesta a ello es la renta básica universal y sin condiciones. Pero al mismo tiempo que se crea la renta básica universal que permite que aquellas personas que no pueden ingresar a la producción capitalista tengan ingresos que les permitan cubrir sus necesidades más importantes, es necesario también definir otras posibilidades para ese trabajo humano por fuera de su relación con la empresa capitalista, sin embargo para hacerlo es necesario otra conceptualización del trabajo (o el empleo). Un requisito clave para ello es devolver al trabajo humano su contextura social, ontológica, histórica y política. 

Esto implica que es necesario desprenderlo de esa corteza mercantil y capitalista con la cual existe hasta el momento. El trabajo humano permite crear la sociedad en tanto sociedad. Es el vínculo social que se establece entre todos y cada uno y está mediado por la responsabilidad de mantener lo social. Detrás de esa corteza mercantil está la sociedad. La renta básica universal y sin condiciones es el mecanismo que permite recuperar ese vínculo social y esa responsabilidad. Es la posibilidad de quitar esa corteza y encontrar a la sociedad sin las mediaciones mercantiles.

Si todos los seres humanos somos útiles o necesarios para los demás en aquello que más nos gusta o más nos compromete, o más preparación tenemos, no necesitamos, entonces, una mediación mercantil para que la sociedad pueda disponer de esas capacidades. Si el salario es una determinación que vincula esas capacidades a una forma particular de ponerlas al servicio de la sociedad, esto es, la estructura mercantil y capitalista, entonces, es necesario superar esa relación salarial y el chantaje que le es inherente. Si los seres humanos podemos acceder a un ingreso mínimo que nos permita alejarnos de la extorsión de la escasez, y sobre esa base construir otros ingresos en función de nuestro aporte a la sociedad, entonces la renta mínima universal y sin condiciones, es la posibilidad para empezar a construir un nuevo contrato social. Si la sociedad tiene las suficientes riquezas para sostener de manera indefinida esa renta básica universal y sin condiciones, entonces los problemas de su financiamiento no son económicos sino políticos. La renta básica universal y sin condiciones se convierte en una situación política, que necesita recursos políticos para constituirse.

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