viernes, 28 de abril de 2023

Elementos de coyuntura política en el Ecuador: los escenarios de la transición al gobierno de Guillermo Lasso

 Elementos de coyuntura política en el Ecuador: los escenarios de la transición al gobierno de Guillermo Lasso

Pablo Dávalos

En el Ecuador el debate se ha concentrado sobre el juicio político al Presidente Guillermo Lasso, por la causal de peculado a propósito de los contratos petroleros de la empresa estatal de petróleos Petroecuador E.P. y la empresa pública FLOPEC E.P. De todas las causales que la comisión especial de la Asamblea Nacional solicitó a la Corte Constitucional para proceder con el enjuiciamiento político al Presidente, finalmente, solo se autorizó esta causal. 

Esto ha dado lugar a un debate sobre su pertinencia jurídica y la legitimidad de sus pruebas de cargo y descargo. Para quienes defienden al gobierno, hay indicios que las pruebas no se sostienen por una serie de supuestas fallas e irregularidades. Para los interpelantes al Presidente y proponentes de su destitución, el meollo del debate no es jurídico sino político, por lo que es la capacidad de interpretación política lo que determina su pertinencia, no su fundamento jurídico.

Así, la coyuntura consiste en saber con cuántos legisladores contará el gobierno de Guillermo Lasso para evitar los votos que son necesarios para su destitución. Desde varios sectores se hacen cuentas que cuadran tanto para la destitución cuanto para su exoneración. Es decir, hay un ambiente de incertidumbre. En ese ambiente de incertidumbre, el movimiento político que más contribuye a generarla es el movimiento Pachakutik. Así, este movimiento político ha estado en el foco de todas las intersecciones políticas y todas las negociaciones porque se supone que su caudal de votos servirán para inclinar la balanza sea a favor del Presidente Lasso o en su contra.

Otros movimientos políticos que también tienen cierta importancia y que en circunstancias anteriores han contribuido a salvarle al Presidente Lasso de los dos primeros intentos que se hicieron para destituirlo, uno a fines del año 2021 y otro en medio de las movilizaciones sociales e indígenas de junio de 2022, ahora han sido soslayados e invisibilizados del análisis y de la preocupación política porque los reflectores sociales apuntan casi de forma exclusiva al movimiento Pachakutik.

Ahora bien, independientemente del resultado de la votación sobre el juicio político al Presidente Lasso, es necesario indicar que se trata de un gobierno que no tiene ningún margen de maniobra en el legislativo y ninguna credibilidad y aceptación en la población. Sus márgenes de rechazo son inéditos para la vida política del país porque rondan o superan el noventa por ciento de la población.

Los sectores que apoyan al Presidente Lasso son muy contados y están, básicamente, en los grandes medios de comunicación, en algunos sectores empresariales y bancarios y pare de contar.

Esto supone que el Presidente Lasso, al no tener margen de maniobra política y al no tener sustentos ni legislativos ni sociales, se ha convertido, quizá a su pesar, en un gobierno de transición. Esto quiere decir que en el país no se considera viable al gobierno en el largo plazo y, precisamente por ello, el país discute sobre su destitución.

Si el carácter del gobierno es de transición entonces la forma de analizarlo tiene que ver con las formas que asumiría esa transición. Esto solamente permite la existencia de tres escenarios plausibles: el primer escenario podría denominarse de transición ordenaday sería el resultado de la destitución del Presidente Guillermo Lasso por parte de la Asamblea Nacional y la toma del relevo por parte de su Vicepresidente, Alfredo Borrero Vega. Esta sería una transición manejada desde el sistema político y desde el establishment. En este escenario, el sistema político puede crear las condiciones para que las fuerzas políticas más importantes del país se rearmen para competir en las elecciones del año 2025.

Un segundo escenario tiene que ver con una transición abrupta  en el caso que el Presidente Guillermo Lasso, ante la eventualidad cierta de su destitución decida ir por la “muerte cruzada” en función de sus atribuciones constitucionales. Esto pondría al sistema político en apuros porque tendría poquísimo tiempo para rearmarse y participar en las nuevas elecciones que deben darse de forma casi inmediata a la expedición del decreto de muerte cruzada. Existe, al respecto, un relativo consenso que la única formación política con la capacidad de asumir un reto de esas características es el movimiento Revolución Ciudadana del ex Presidente Rafael Correa. Es precisamente ese temor que la muerte cruzada lleve directamente al retorno de la Revolución Ciudadana al poder el que hace que este escenario sea el menos preferido por la derecha que, en el actual contexto, no tendría ninguna posibilidad de ser un actor político relevante en el caso que se produzca la muerte cruzada. Hay un peligro aún mayor que ha sido advertido en caso de suceder este escenario y es que la revolución ciudadana puede acumular tanto poder político que bien puede llevarle al país hacia un nuevo proceso de reforma constitucional, como ya lo hizo en el año 2008, para ajustar aquellas tuercas del sistema político que le permitan reforzar su poder y mantenerse en él en el largo plazo.

Sin embargo, hay un tercer escenario que nace de la posibilidad que el gobierno haya convencido a un número suficiente de asambleístas para salir indemne del juicio político. Pero el hecho que se salve del juicio político no resuelve en absoluto  su precaria situación política; es decir, eso no altera en absoluto el escenario de transición sino que lo pone en otro andarivel. 

A ese tercer escenario lo podemos denominar transición conflictiva porque traslada su resolución del sistema político hacia la sociedad. En efecto, un gobierno que tiene más de un noventa por ciento de rechazo ciudadano y en el cual la ciudadanía se ha formado ya un criterio en virtud del cual la resolución de los graves problemas de inseguridad, de crisis económica y crisis social, necesariamente pasa por la salida del Presidente Lasso del poder, es un gobierno que tendrá que confrontar de forma directa a la sociedad que exige, de forma casi unánime, su salida.

Basta una pequeña mecha para encender la pradera. Esa mecha la puede encender el líder indígena Leonidas Iza, Presidente de la organización social e indígena más importante del país, la CONAIE, y sus aliados en otras organizaciones indígenas (FEINE y FENOCIN) y otras organizaciones sociales. La CONAIE tiene a su haber la organización de las dos movilizaciones más importantes que se hayan dado en el país en las últimas décadas, aquella de octubre de 2019 y de junio de 2022.

El movimiento indígena, es preciso indicarlo, ha acumulado una experiencia histórica en movilizaciones sociales que han destituido presidentes de la república en ocasiones anteriores. Esta no sería su primera vez y están dadas las condiciones sociales y políticas para que puede volver a suceder. Ante una contundente movilización y sin soportes sociales y políticos que le puedan sostener cabe suponer que el sistema político retorne sobre sus pasos y esta vez y ante la presión de la movilización social opte por la destitución de Guillermo Lasso. En este escenario el mérito de la resolución del conflicto le pertenecería por entero a la organización social CONAIE y a su líder, Leonidas Iza.

Es interesante constatar cómo estos escenarios tienen sus ganadores y un solo perdedor. En el primer escenario de transición ordenada, gana el sistema político y, sobre todo la derecha que necesita tiempo para reponerse del vendaval que significó el paso por el poder de Guillermo que ha arruinado las posibilidades electorales de la derecha. En el segundo escenario de transición abruptatodo indica que quien podría beneficiarse sería la Revolución Ciudadana, de ahí que esta organización política haya insistido y haya presionado para que el Presidente Lasso decrete la muerte cruzada. En el tercer escenario de  transición conflictiva es la organización social CONAIE la que recupera sus espacios y logra posicionar a su líder indígena como el líder político más importante de la coyuntura y, por tanto, puede definir el trazado de la nueva cancha política. Obviamente, el perdedor es Guillermo Lasso y con él, una buena parte de la derecha del país.

 

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