martes, 17 de septiembre de 2019

La Utopía del Oprimido de Ramiro Ávila S.


La Utopía del Oprimido de Ramiro Ávila S.

He leído atentamente el libro de Ramiro Ávila Santamaría: La Utopía del Oprimido (Ávila Santamaría, 2019). Me parece un texto interesante porque construye una propuesta de interpretación crítica sobre la razón utópica en la modernidad a través de la literatura, el ensayo, el cine, y la reflexión sobre el derecho constitucional, la economía, la política y la sociología y, dentro de este marco teórico, posiciona al Sumak Kawsay y la Pachamama en el debate del discurso utópico de la modernidad como alternativa utópica en la modernidad barroca. 
El texto se estructura en tres grandes temas: (i) La utopía y sus relaciones con el constitucionalismo y la literatura; (ii) la razón utópica y la modernidad hegemónica (y algo que llamaría el recorrido de la razón utópica en la modernidad);y, (iii) el Sumak Kawsay como la representación de la utopía andina y como una nueva propuesta para la modernidad barroca. 
El libro de R. Ávila no es un texto de derecho constitucional, de hecho las referencias al derecho constitucional son marginales, porque se centra y se concentra en la utopía andina como apertura al campo de posibles de la modernidad. Tampoco es un texto analítico con respecto al derecho constitucional y sus formas de interpretación y sus marcos normativos y prescriptivos al tenor de la Constitución aprobada en el año 2008 en el Ecuador. Es un texto que más bien roza el ensayo con el análisis crítico a la modernidad y sus discursos utópicos en una propuesta de diálogo permanente con la literatura. Se asienta en la visión crítica de los estudios culturales y su crítica a la modernidad, y sus líneas interpretativas van desde Mignolo, Lander, Castro Gómez, hasta Walsh, Quijano, Dussel, entre otros. 
Sobre esa línea construye referencias al derecho constitucional, pero lo problematiza desde el ámbito epistemológico y, en ese sentido, utiliza la crítica a la modernidad para señalar el ámbito epistémico que define y estructura algunos conceptos claves del derecho constitucional. Su eje es, definitivamente, una referencia a la razón utópica de la modernidad y la posibilidad de incorporar al discurso utópico de la modernidad la noción del Sumak Kawsay. 
Su postura ética se define desde la crítica a la modernidad que nace desde los estudios culturales y se apalanca en dos pensadores de origen marxista para contextualizar esa crítica: de una parte Bolívar Echeverría y su noción del ethos barroco, y, de otra, D. Harvey para describir las dinámicas y contradicciones del capitalismo. 
Su crítica a la modernidad capitalista no es marxista, pero es de izquierda. Su horizonte de referencia es la recuperación de las nociones de Sumak Kawsay, y Pachamama de los pueblos indígenas andinos, como relevos de la razón utópica de la modernidad. 
Aquello que hace del texto agradable de leer y que da cuenta de un ejercicio de interpretación y pedagogía relativamente novedoso en el Ecuador, es su recurrencia constante a la literatura como una forma de contraste, de apoyo, y de hermenéutica. En efecto, todo el texto está atravesado de la apelación a la literatura para la comprensión, ratificación, contextualización y referencia de su crítica, de sus categorías de base, de sus posiciones normativas y su marco ético. 
Desde la introducción hasta sus conclusiones, R. Ávila utiliza de forma inteligente las referencias literarias para contextualizar, referir y ubicar sus marcos analíticos; por ello empieza con una referencia al Quijote de Miguel de Cervantes, y luego desfilan a lo largo del texto autores como Murakami, Jorge Icaza, Thomas Mann,  Franz Kafka, Julio Cortázar, Carlos Arcos, John Steinbeck, Paul Auster, George Orwell, William Ospina, Juan Carlos Onetti, William Shakespeare, Juan Rulfo, Monterroso, Saramago, García Márquez, M. Ende, Saint-Exupery, G. Belli, entre otros. 
Es interesante el proceso dialógico y recursivo entre el texto literario y las categorías  filosóficas de base que confronta, expone, referencia o critica. Es interesante también la forma por la cual utiliza algunos textos del análisis literario para afirmar y sustentar sus comentarios, como aquellos de Richard Parker. 
En ese sentido hay, al menos, dos autores que son importantes en su reflexión y a los que acude de forma recurrente a lo largo del texto: José Bengoetxea y César Rendueles. 
El libro, de otra parte y al parecer, está también construido sobre las reflexiones de Paul Ricoeur sobre la ideología y la utopía, así como las propuestas teóricas de Zizek sobre la ideología, las reflexiones de Boaventura Souza Santos sobre el derecho, el capitalismo y la razón indolente de la modernidad y el “principio esperanza” de M. Bloch. 
Ávila hace un despliegue interesante del recorrido de la razón utópica en la modernidad y de sus diferentes formas, y en ese sentido trata de ser exhaustivo en su descripción (utopía futurista, utopía cotidiana, utopía arcaica, utopía negativa, distopía, etc.). 
En su tercer capítulo, se concentra en dar al concepto de Sumak Kawsay la contextura teórica de utopía, e inscribirlo dentro del proceso de la razón utópica de la modernidad, a la cual, para diferenciarla de la modernidad capitalista hegemónica, la denomina, barroca en referencia a las reflexiones de B. Echeverría. 
Para comprender ese concepto del Sumak Kawsay como alternativa utópica, se asienta mucho en la descripción de la filosofía andina que hace J. Estermann. Retoma las categorías filosóficas de Estermann para situar al Sumak Kawsay como crítica radical y, al mismo tiempo, como continuación de la razón utópica. Recupera las nociones de relacionalidad, reciprocidad, complementariedad, entre otras, y que constan en las definiciones de Estermann sobre la Filosofía Andina. 
Para describir al Sumak Kawsay, retoma la clasificación hecha por Capitán-Hidalgo que, al parecer, se está convirtiendo en canónica y que establece tres líneas de interpretación: la socialista, la post-desarrollista y la indigenista. 
Ahora bien, sobre esta descripción de un libro que considero en realidad extraordinario, es necesario situar algunos puntos críticos que me parecen pertinentes para elaborar nuevas reflexiones a partir de este camino iniciado por R. Ávila: (i) la aporía de inscribir al Sumak Kawsay al interior del recorrido de la razón utópica de la modernidad puede provocar problemas de interpretación teórica y, paradójicamente, puede acotar el alcance que tiene este concepto. El Sumak Kawsay puede ser a nivel instrumental quizá la utopía del oprimido, como pretende R. Ávila, pero si el Sumak Kawsay confronta a la razón moderna en sus conceptos de base, entonces no puede ser asumido solamente como parte de la razón utópica sino también como crítica radical a la modernidad en su conjunto, incluida a la propia razón utópica de la modernidad, es decir, la fuerza real del Sumak Kawsay sería, precisamente, destruir los conceptos de base que sostienen la razón utópica de la modernidad; (ii) R. Ávila es uno de los mejores expertos en teoría constitucional y en el neo-constitucionalismo, sin embargo, esa experticia y ese diálogo entre el neoconstitucionalismo y el Sumak Kawsay no aparecen en su libro. Si bien es cierto que hay referencias al constitucionalismo del oprimido, como lo denomina Ávila, también es cierto que la crítica al discurso de los derechos humanos se plantea más desde la visión del oprimido (en la acepción dada a este concepto por Paulo Freire) que desde la visión del Sumak Kawsay. Es decir, el Sumak Kawsay puede ser un concepto potente para redefinir la noción de derechos humanos, sobre todo en el caso de los PIA y la aporía de pueblos con el derecho a estar fuera de los derechos humanos. Es necesario ampliar los horizontes de posibilidad de los derechos y el Sumak Kawsay puede alumbrar esas zonas oscuras de la modernidad y dar un nuevo sentido a la ontología política de las diferencias radicales, a través de una nueva conceptualización de los derecho y el Estado, pero esa discusión no aparece aún en el texto, quizá porque no sea parte de sus objetivos y amerite a futuro una reflexión particular al respecto que probablemente sea asumida por el mismo autor; (iii) hay un ámbito que no aparece en el libro de Ramiro Ávila y creo que es fundamental para comprender el Sumak Kawsay y la pachamama, y su relación con el discurso de la razón utópica, y es la reflexión sobre la alteridad y la producción de la alteridad desde la modernidad hegemónica. Es decir, se necesita una puesta en perspectiva de la razón moderna y la forma por la cual esta razón crea al Otro Radical, y cómo el derecho constitucional que establece las coordenadas políticas del Estado moderno, sanciona y define esa invisibilización ontológica del Otro Radical. Es una aporía de la cual es difícil salir: el derecho en última instancia se sustenta en la violencia, y la violencia radical es la supresión absoluta del Otro. Esta temática sí consta en el libro de Ramiro Ávila pero, lamentablemente, como un ejercicio esporádico que sirve para criticar a la razón moderna y cuyas referencias constan en sus menciones a la naturaleza como sujeto portador de derechos; no cabe duda que la reflexión sobre la Alteridad y el constitucionalismo del oprimido abren nuevas vías de interpretación teórica; (iv) las coordenadas políticas del Sumak Kawsay son aún marginales en el libro de R. Ávila. En efecto, no hay mención alguna al concepto de Estado Plurinacional que forma parte de la dupla de conceptos más importantes que desarrolló el movimiento indígena ecuatoriano y que sirvieron de movilización social desde el levantamiento indígena de 1990. Quizá sea probable que una ulterior reflexión Ávila incorpore la reflexión sobre la plurinacionalidad del Estado como parte de la utopía andina y constituyente en sí misma del Sumak Kaway. Ávila sí hace mención a la interculturalidad, otro de los aspectos asociados a la plurinacionalidad del Estado y al Sumak Kawsay y retoma las reflexiones realizadas al efecto por Walsh, pero aún subyace la necesidad de una reflexión sobre la compleja relación entre plurinacionalidad, interculturalidad y Sumak Kawsay; (v) la reflexión sobre el valor de uso y su dialéctica con el valor de cambio en el capitalismo no hacen referencia, más que de forma tangencial a las reformas neoliberales y a la razón neoliberal dominante, aunque Ávila demuestre ser muy crítico con respecto al neoliberalismo, no obstante el neoliberalismo también tiene también su lado utópico. El neoliberalismo vende la idea de una sociedad eficiente y libre de elegir lo que maximiza sus preferencias, en un contexto de mercados mundiales eficaces y desregulados. El neoliberalismo confronta Estado y mercado y otorga al mercado una consistencia política que lo convierte en discurso político. 
La utopía nace con la razón moderna. Pertenece a su universo factual y contrafáctico. Tiene un enorme poder de movilización social. Gracias a la utopía el capitalismo y el neoliberalismo pueden engrasar su maquinaria de explotación y depredación de forma cotidiana. De la misma forma que la redención y la salvación en la era cristiana cumplían un rol de movilización y disciplina social, así la utopía moderna moviliza la sociedad. Nadie se despierta de madrugada a entregar su vida a un trabajo alienante si no está movido íntimamente por la razón utópica. Todo el mundo cree que mañana será otro día y que sin duda será mejor que éste. Todo el mundo, salvo los suicidas y los escépticos radicales, creen que mañana estarán mejor de lo que hoy están. La utopía mueve, de forma literal, a miles de millones de seres humanos en la modernidad capitalista. Es el fondo oculto de la ideología que subyace a la maquinaria neoliberal que miente con su promesa de mercados eficientes y crecimiento económico infinito. Entonces, criticar a la utopía y la razón utópica, es una tarea imprescindible y de consecuencias profundas. Pero no se trata de crear una nueva utopía en la utopía andina del Sumak Kawsay, creo yo, sino más bien de destruir esas bases que conforman y estructuran un mecanismo de dominación y que tienen en la razón utópica su fundamento. En ese sentido, comparto la definición de la función de la utopía política que tenía W. Benjamin en sus Tesis sobre la Historia: iluminar la zona de lo que merece ser destruido. 

Bibliografía

Ávila Santamaría, R. (2019). La Utopía del Oprimido. Los derechos de la Pachamama (Naturaleza) y el Sumak Kawsay (Buen Vivir) en el pensamiento crítico, el derecho y la literatura.México: Akal Interpares.



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