jueves, 11 de diciembre de 2025

La estrategia del Hobbit. Una lectura política del paro indígena y la derrota electoral de Noboa del 16-N

La estrategia del Hobbit 

Una lectura política del paro indígena y la derrota electoral de Noboa del 16-N


 

A Verónica, y su pueblo

 

Pablo Dávalos

 

La lucha indígena del mes de septiembre-octubre de 2025 fue un factor clave para reposicionar las fuerzas políticas en el Ecuador que condujeron a la primera derrota al gobierno del magnate bananero, Daniel Noboa en la consulta y referéndum del 16 de noviembre de 2025. Esta derrota electoral le impide al gobierno cerrar la transición política y abre el espacio para nuevas definiciones. 

¿Cómo se produjo esa derrota política al régimen de Daniel Noboa? ¿Qué actores fueron claves para su desenlace? ¿Existe alguna vinculación entre el paro indígena de septiembre-octubre de 2025 con las elecciones de referéndum y consulta popular de noviembre? ¿Cómo altera el escenario político del Ecuador el resultado electoral del 16-N? 

Para comprender la magnitud, alcance y repercusiones de la derrota política al gobierno de Noboa hay que indicar, en primer lugar que, hasta ese momento, se trataba de un gobierno que no había tenido verdadera oposición política y que su capacidad de hegemonía y dominación política fueron incluso más importantes que aquellas del ciclo político 2007-2017 de la Revolución Ciudadana; en segundo lugar, hay que identificar el proceso político que condujo a esa derrota a un gobierno que había cooptado al Estado y controlado de tal manera a la sociedad que lo convertían en hegemónico y, aparentemente, aseguraban una dominación política al largo plazo.

La derrota política del 16-N altera ese escenario y conduce a nuevas interrogantes que tienen que ver en la identificación de las fisuras que se produjeron en ese monolítico y, supuestamente, inquebrantable modelo de dominación política.  

Un gobierno sin oposición política

Daniel Noboa llega al poder producto de la transición política provocada por la decisión del ex presidente Guillermo Lasso de acudir a la muerte cruzada para evitar ser enjuiciado por la Asamblea Nacional por sus vínculos con el crimen organizado. Una vez en el poder, Noboa utilizó todo el peso del Estado para inclinar la balanza y ganar las elecciones del año 2025.

Desde fines de 2023 hasta el referéndum y consulta popular de 2025, el gobierno de Noboa había construido un proyecto político caracterizado por el control absoluto del Estado y de la oposición. En efecto, el único espacio de oposición a Noboa había sido, y muy tímidamente por lo demás, la Corte Constitucional. 

Si la Corte Constitucional se convirtió en un obstáculo y, por tanto, abrió un resquicio de oposición fue muy a su pesar y, en realidad, se produjo ante el irrespeto a las formas básicas al orden constitucional por parte del gobierno de Noboa. Se trató de una forma tan grosera y tan burda de hacer caso omiso a la Constitución en varios proyectos de ley enviados por el gobierno, que a la Corte Constitucional no le quedó más remedio que poner un poco de límites a este ejercicio desmesurado del poder y, solo por haberlo hecho, se transformó rápidamente en enemiga del gobierno y fue tratada a ese tenor.

Fuera de esa tímida oposición, el gobierno de Noboa, prácticamente, lo controlaba todo. Así, llegó a controlar totalmente a la Asamblea Nacional que nunca negó ninguno de los proyectos de ley del gobierno y que cerró, hasta nueva orden, la oficina de fiscalización, en un entorno en donde se multiplicaban las denuncias de corrupción. La legislatura, controlada por el gobierno, llegó al extremo de aprobar verdaderas aberraciones jurídicas que, finalmente, tuvieron que ser declaradas inconstitucionales por la Corte Constitucional. 

El principal partido de la oposición, la Revolución Ciudadana, fue cuidadosamente neutralizado de tal manera que todos sus pronunciamientos se convertían en la voz que clamaba desde el desierto. Para acotar aún más la incidencia política de la RC se apretó el lawfare en su contra al extremo de vincular a los líderes de la RC en el crimen del ex candidato presidencial Fernando Villavicencio. Una aberración cuya lógica era política no jurídica y que demostraba el verdadero sustrato del lawfare. Si se habían inventado el expediente del “influjo psíquico”, el lawfare era capaz de hacer hasta lo inimagible, como efectivamente sucedió.

Para que estas aberraciones jurídicas y políticas sean legítimas, es decir, sean mínimamente plausibles y permitan la persecución correspondiente, el gobierno había cooptado las palancas fundamentales de la función de administración de justicia y de la función de participación y control social. Gracias a ese control pudo mantener bajo su dominio la fiscalía general del Estado, una palanca esencial para el lawfare. 

Esto puso a la RC en una posición defensiva y sin capacidad de asumir ningún liderazgo social ni, tampoco, de posicionar ningún relato que dispute con aquel del poder. 

De otra parte, luego de la defección de los seis asambleístas del movimiento Pachakutik que se pasaron al lado del gobierno, el movimiento Pachakutik se quedó prácticamente sin representación parlamentaria y, por tanto, sin capacidad alguna de incidir en el debate al interno del sistema político. Así, se había logrado silenciar y neutralizar a otro partido político que podía causar ruido e impedir la consolidación de la dominación política.

Todas estas maniobras le dieron a Noboa una capacidad hegemónica casi absoluta sobre el sistema político. No obstante, para garantizar esa dominación política y esa capacidad hegemónica el gobierno de Noboa tenía que alterar la arquitectura institucional del Estado para ponerla en función de sus necesidades de dominación política. Esto significaba, en la práctica, la desarticulación de las instituciones públicas, su pérdida de legitimidad y su paulatino deterioro. La hegemonía y dominación política del gobierno de Noboa necesitaba de instituciones débiles que sean susceptibles de captura, manipulación, sometimiento y control. El Estado Fallido fue una determinación más de esta estrategia de control total.

El gobierno había logrado también imponer un cerco político sobre la organización social más importante del país, el movimiento indígena y la CONAIE. Para ello utilizó a los mismos asambleístas del movimiento Pachakutik que habían defeccionado del movimiento para transformarlos en operadores políticos del régimen. El gobierno de Noboa también cooptó a varios ex líderes indígenas y aprovechó el fuerte sentimiento indígena y comunitario en contra del “correísmo” como capital político propio. De hecho, en todas las votaciones, los comuneros indígenas se habían decantado de forma mayoritaria por el gobierno de derecha de Noboa.

Así, había cerrado todos los puntos de fuga del sistema político. Pero subsistía la apariencia de libertad de expresión y pluralismo político para aquellos que insistían en hacer la oposición a Noboa, aunque su impacto real era intrascendente. De esta forma, gracias a su dominio sobre el sistema político y sobre las instituciones del Estado, el gobierno devenía en régimen.

Ajuste, FMI y neoliberalismo

En términos económicos, el régimen de Noboa había trasladado las palancas del manejo de la economía directamente al FMI y al Banco Mundial. Era el FMI quien monitoreaba cuidadosamente el cumplimiento irrestricto de las metas del programa de consolidación fiscal y tomaba todas las decisiones económicas importantes. Las políticas de austeridad eran implacables y se habían impuesto sin que, hasta ese momento, hayan generado ninguna oposición ni política ni social. 

Para garantizar el control social, el régimen había utilizado de manera estratégica la comunicación política y, en especial, las redes sociales. Tenía aliados potentes para hacerlo. Empresas como la transnacional Palantir, entre otras, fueron claves para identificar a nivel incluso personal aquellos núcleos de resistencia y oposición y poder monitorearlos, controlarlos y, llegado el momento, neutralizarlos.

El régimen disponía de una cartografía a nivel detallado de todos los apoyos, así como de todos sus críticos y sabía dónde y cómo intervenir. Cuando existían críticos que rebasaban el perímetro ideológico permitido entonces se intervenía de manera directa. 

Control social en la dominación política

Para entender esta forma de control y dominación quizá valgan varios ejemplos. El alcalde de una pequeña ciudad del sur del país, la ciudad de Nabón, a la sazón presidente del gremio de alcaldes, denominado Asociación de Municipalidades del Ecuador, AME, había reclamado la falta de compromiso del gobierno con las alcaldías y el injusto recorte de sus asignaciones, así como los retrasos y entrega de bonos del Estado en vez de recursos líquidos que multiplicaban la deuda existente. El régimen optó por intervenir directamente sobre este gremio y nombró, por fuera de los estatutos vigentes del gremio, a alguien cercano y, de esta forma, cerró la oposición que surgía desde este espacio. La nueva representante del AME se alió inmediatamente al régimen e indicó que, de hecho, ya no había ninguna deuda del gobierno con las alcaldías del país. 

Otro ejemplo. El medio de comunicación digital La Posta, que había ganado una enorme legitimidad y un gran número de seguidores gracias a sus investigaciones periodísticas sobre la relación del ex presidente Guillermo Lasso y su cuñado, Danilo Carrera, con la mafia albanesa y el narcotráfico, se había convertido en un dolor de cabeza para el régimen porque, habida cuenta de los efectos multiplicadores en redes sociales que tenían sus comentarios, se convertía en una oposición mediática fuerte al señalar continuamente los errores del régimen. En virtud de que este medio de comunicación fue importante para restarle credibilidad y legitimidad al gobierno de Lasso que, finalmente, lo condujeron a decretar la muerte cruzada, el régimen de Noboa no podía permitirse un riesgo similar, sobre todo cuando existía abundante material periodístico que podía demostrar la creciente corrupción de su gobierno.

¿Qué hizo el régimen de Noboa? Pues comprar ese medio de comunicación por un valor, según información de redes sociales, de alrededor de un millón dólares. Con eso cerró una de las voces disonantes y, supuestamente, dentro del respeto al derecho a la libertad de expresión.

Entonces, la única oposición que tuvo, como ya se había indicado, fue aquella que surgió desde la Corte Constitucional que frenó algunas de las arbitrariedades y aberraciones jurídicas que se habían propuesto desde el régimen. Ahora bien, uno de los puntos claves de esa disputa fue la decisión de la Corte Constitucional de acotar varios de los Decretos Ejecutivos que declaraban el Estado de Excepción.

En efecto, desde el primer día que asumió el gobierno, el régimen había decretado, casi de forma mensual e ininterrumpida, continuos Decretos de Estado de Excepción en donde el país se desplazaba desde un orden de un Estado constitucional de derechos y justicia hacia un régimen de estado de excepción permanente. 

El Estado de excepción permanente le permitía utilizar discrecionalmente los recursos fiscales en función de la dominación política y las capacidades hegemónicas. Como un recurso heurístico para la legitimidad del Estado de excepción permanente, actuaba la crisis de seguridad ciudadana. En vez de resolverla, el régimen la atizó. En poco tiempo, el país se convirtió en el más inseguro del mundo. Eso, en realidad, era altamente funcional al modelo de dominación política. El régimen transformó al crimen organizado en vector funcional del poder. 

En consecuencia, fue ese control hegemónico al sistema político, a la institucionalidad del Estado, al movimiento social, y a toda la población, lo que le hizo apurar los tiempos para dirimir la transición política y cerrarla en beneficio propio. El régimen sabía que su principal limitante era la Constitución. Muchas de las líneas rojas que se había sobrepasado tenían que ver, precisamente, con límites impuestos por la Constitución vigente. Muchas de las trabas que impedían la consolidación de la dominación política estaban en la Constitución. 

Una nueva Constitución le permitiría al régimen, por ejemplo, reducir las capacidades de la Corte Constitucional y transformarla en una sala más de la administración de justicia, en donde el régimen tenía, además, el control total. Una nueva Constitución desarmaba al Estado y le permitía ampliar la frontera extractiva, limitar derechos y privatizar los sectores estratégicos. El régimen consideró, por tanto, que había llegado el momento de cruzar el Rubicón.

En primera instancia, el gobierno había considerado realizar esas elecciones de consulta popular y referéndum para el mes de diciembre de 2025. Optó por adelantarlas para mediados de noviembre de ese mismo año. El centro neurálgico de esas elecciones, definitivamente, era la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente, las demás preguntas creaban un efecto de adhesión simbólica y semiótica. Con una nueva Constitución el régimen podía consolidar su dominación política y crear un sistema político a imagen y semejanza de sus necesidades hegemónicas. La nueva Constitución cerraba la transición y la disputa hegemónica y proyectaba la dominación política del régimen en varios años hacia delante. Tenía un camino expedito para hacerlo. 

Una vez convocadas las elecciones para la nueva Asamblea Constituyente, el régimen podía utilizar el clivaje del correísmo-anticorreísmo que tan funcional se había demostrado y, además, gracias a su control social sobre el sistema político, su capacidad de utilizar de manera discrecional el presupuesto público gracias al Estado de excepción permanente y su estrategia mediática y de redes sociales, el escenario para ganar esas elecciones era altamente favorable para el régimen. ¿Qué podía salir mal? 

El error estratégico

Sin embargo, presionado por el cumplimiento del programa de consolidación fiscal del FMI y la necesidad de cumplir con este programa para disminuir el riesgo país, un indicador clave para poder emitir nuevo financiamiento en los mercados internacionales de capitales, el régimen comete su error estratégico más importante, pero, en ese contexto, aún no podía intuirlo de esa manera. Decidió elevar el precio del diésel de 1,80 USD a 2,80 USD. Era el inicio de la liberalización de los precios de los combustibles más sensibles a la respuesta social. 

El régimen por supuesto que sabía que eso provocaría malestar social y, probablemente, una movilización social por parte de la organización indígena CONAIE más otras organizaciones sociales. Para eso generó una estrategia de neutralización previa a la CONAIE en donde sus operadores políticos infiltrados en la organización indígena, empujaron a que la CONAIE declare la realización de un paro sin ninguna preparación previa, sin ningún acuerdo con sus bases y sin ningún proceso de discusión y organización con sus estructuras comunitarias, como generalmente hace esta organización social. Es decir, esa convocatoria al paro sin ningún tipo de organización previa, prácticamente, lanzaba a la CONAIE al vacío. 

Al mismo tiempo, el régimen optó por ocupar política y militarmente la provincia en donde se pensaba estaba el núcleo duro de la movilización indígena, la provincia de Cotopaxi, en el centro del país. El líder indígena Leonidas Iza que había organizado el levantamiento indígena contra el entonces presidente Guillermo Lasso es, justamente, oriundo de esta región.

El gobierno, además, abrió la chequera gubernamental para evitar las posibles resistencias del sector del transporte que podían oponerse a esta medida y comprar su acuerdo con las medidas económicas adoptadas. El régimen esperaba un paro indígena de pocos días que se caería por su falta de preparación y sin que se sumen a él prácticamente ninguno de los sectores sociales importantes. Se trataba de una derrota al movimiento indígena en su propio terreno, algo que no lo había logrado hacer ningún gobierno desde el primer levantamiento indígena de 1990 y que limpiaba el camino hacia la aprobación de la nueva Constituyente sin adversarios de cuidado. 

El régimen de Noboa tenía toda la información necesaria para saber que ese paro convocado por la CONAIE estaba derrotado de antemano y que la ocupación territorial en la provincia del líder indígena Leonidas Iza, demostraba quién mandaba en el país. Por eso el gobierno trasladó la sede gubernamental a esa provincia y esperó a que el paro indígena fracase. Tenía la intención de hacer firmar el acta de rendición a la nueva dirigencia de la CONAIE en su propio territorio. Todos sus operadores políticos infiltrados en la organización indígena le habían garantizado que ese paro indígena no conducía a ninguna parte.

La estrategia del hobbit

Sin embargo, ahí, cuando al parecer todo estaba ya definido y no había nada que hacer, emerge la estrategia del hobbit. Había un portador del anillo y no estaba precisamente en Cotopaxi, es más, ni siquiera estaba en la CONAIE. Era invisible para el poder y justamente por eso pudo derrotarlo.

La resistencia al régimen surgió en el lugar menos esperado: Cotacachi y la organización indígena Unorcac. La Unorcac no pertenece a la CONAIE sino a la Fenocin; sin embargo, forma parte del movimiento indígena, por eso, al estar en los márgenes, el radar del régimen (¿o el ojo de Sauron?) no lo había visto. Curiosamente, la Unorcac no forma parte de las bases de la CONAIE, pero varios de sus dirigentes, en cambio, sí forman parte del movimiento Pachakutik, lo que demuestra la complejidad del movimiento indígena ecuatoriano.

Esa compleja mixtura Unorcac-Fenocin-Pachakutik, de la región de Cotacachi, fue el núcleo que encendió la chispa e incendió la pradera. Ahí, en los bordes del movimiento indígena se fraguó la resistencia más heroica contra uno de los proyectos políticos más densos y potentes de las clases dominantes.

Para el régimen, la resistencia y movilización en Cotacachi fue impensada, imprevista y lo tomó por sorpresa. Su desplazamiento al centro del país, hacia la provincia de Cotopaxi en donde había imaginado estaría el núcleo duro de la resistencia se reveló como un error de cálculo porque lo había distanciado del verdadero núcleo duro de la resistencia. 

Ahora bien, la movilización de la Unorcac-Fenocin-Pachakutik, motivó a que la organización de base de la CONAIE en la provincia de Imbabura, la FICI, actúe más como reflejo mimético que en cumplimiento del paro de la CONAIE. Al integrarse la FICI a la movilización, en realidad fue toda la provincia de Imbabura la que se sumó al paro indígena. Esto provocó un efecto de contagio y derrame hacia las organizaciones indígenas vecinas del pueblo Cayambi, porque algunas de ellas también son parte de la FICI, y la movilización prendió en Cayambe y, por extensión, el norte de la provincia de Pichincha hacia organizaciones que, esta vez, sí pertenecían a la CONAIE. 

El paro convocado por la CONAIE y que se había pensado que estaba condenado al fracaso empezó a prender a nivel nacional. Los focos de movilización empezaron a multiplicarse por todo el país. Tanto el gobierno como incluso la misma dirigencia de la CONAIE estaban sorprendidos de ello. El gobierno porque estos núcleos de resistencia estaban por fuera de su radar y afectaron su cálculo político; y la dirigencia de la CONAIE porque no había organizado ni tampoco había dado conducción política al paro y se sorprendía de una movilización que se le había escapado de sus manos.

El gobierno optó por encerrar la movilización en la zona geográfica de Imbabura y el norte de Pichincha y resolverla desde la lógica del enfrentamiento militar para evitar un efecto de contagio. Envió convoyes militares a los territorios indígenas, con el disfraz de convoyes humanitarios, pero con la orden de terminar el paro al precio que sea. Producto de esa violencia empezaron a caer las primeras víctimas; gracias a las redes sociales y las cámaras de vigilancia, se pudo apreciar la magnitud de la brutalidad de la violencia utilizada por el gobierno de Noboa cuando los militares agredieron a uno de los manifestantes de la Unorcac que, como se demostró luego, agonizaba en la calle mientras era torturado por las fuerzas armadas.

Ese testimonio gráfico de la brutal violencia del régimen provocó un rechazo social casi unánime. El gobierno empezaba a perder su imagen y demostrarse como verdaderamente es: violencia pura y corrupción generalizada. 

Durante ese mes de violencia, murió un comunero de Cotacachi, Efraín Fuérez, y más de cuatrocientos fueron heridos, muchos de ellos de gravedad. También murieron otros comuneros en otras provincias del país. Muchos heridos fueron amputados de sus extremidades para sobrevivir. Cotacachi e Imbabura pagaban un alto precio por su heroica resistencia al poder. La máscara del poder caía y la sociedad podía ver directamente al rostro de la Hidra.

La violencia de la represión activó mecanismos ancestrales de lucha social en el pueblo de Cotacachi, famoso, además, por sus fiestas del Inti Raymi y la lucha entre comunidades por la toma de la plaza. En vez de amilanar y crear miedo social, la violencia del régimen, en realidad, fue el aliciente para radicalizar la movilización. Esa radicalización se expresó por su duración y contundencia. Desde el primer levantamiento indígena de 1990, era la primera vez en la historia moderna que una movilización social se sostiene durante un mes consecutivo y con radicalidad creciente.

En ese mes, la resistencia y movilización de la Unorcac-Fenocin-Pachakutik, fue el referente para movilizaciones en todo el país. Las imágenes de la brutalidad represiva actuaban como catalizadores para generar solidaridad, adhesión y, en algunos casos, motivar a la movilización de otros sectores sociales, al tiempo que producían desencanto en sectores que aún apoyaban al régimen.

Sin embargo, se trataban de movilizaciones que no tenían conducción política. La recientemente electa dirigencia de la CONAIE había decidido abandonar a sus bases y, sin conducción y liderazgo político, las movilizaciones se radicalizaban, pero no escalaban y, finalmente, remitían. La falta de liderazgo no otorgó a las movilizaciones que se suscitaron en varias provincias del país, la proyección y el liderazgo político que necesitaban. El cálculo del gobierno con respecto a la dirigencia indígena de la CONAIE se había demostrado correcto. Era una dirigencia incapaz de liderazgo político a nivel nacional.

Empero de ello, la resistencia y la movilización social de Imbabura nunca cejó. Fue tenaz. Durante un mes, las organizaciones indígenas de Imbabura pusieron al gobierno contra las cuerdas. En ese mes arrebataron la construcción del relato al gobierno y le quitaron legitimidad. Se produjo, además, algo relativamente inédito. Al no tener conducción política centralizada porque los dirigentes de la CONAIE, esta vez decidieron hacer mutis por el foro y abandonar a sus bases, crearon el expediente de la conducción política descentralizada y en donde eran las bases las que asumían esa conducción política directamente.

El gobierno, además de la violencia armada, recurrió a otras formas de violencia relativamente inéditas, entre ellas, la violencia financiera. Ordenó a los bancos y cooperativas del país que cierren todas las cuentas bancarias de todas las personas y organizaciones vinculadas con la movilización social. Sin orden previa de ningún juez y sin ningún procedimiento jurídico que avale tal decisión, el régimen pensó que, al asfixiar económicamente a las organizaciones, líderes y comuneros, podía obligarlos a rendirse.

Fue una medida desesperada que no rindió fruto alguno y que desgastó aún más al gobierno. En medio de ese desgaste, las pruebas apuntan a que fue el propio gobierno quien organizó ataques de falsa bandera de terrorismo en la ciudad de Guayaquil para justificar el discurso del “narco-terrorismo” con el cual se pretendía deslegitimar el paro indígena y justificar la violencia de la represión.

De esta manera, cada día que pasaba sin resolver el paro indígena era un día perdido para el gobierno y un día ganado para la resistencia. 

El reloj de arena de la consulta popular, en cambio, se aproximaba a sus días decisivos. En un ambiente de lucha y confrontación social y con toda la narrativa vinculada al paro indígena, era imposible que el gobierno sitúe otra narrativa para convencer al electorado de la necesidad de una nueva Constitución. Su proyecto insignia empezaba a hacer aguas.

Las organizaciones sociales decidieron suspender el paro apenas a tres semanas de las elecciones de consulta y referéndum, con el propósito de llevar la energía política de la movilización hacia las elecciones. Las organizaciones indígenas decidieron proyectar la resistencia hacia la consulta y referéndum como una estrategia que nace directamente desde las bases, desde la gente, desde el pueblo. Crearon una especie de línea de continuidad entre la movilización y la consulta y el referéndum. En otros términos, la Unorcac-Fenocin-Pachakutik, que fue el núcleo duro de la resistencia, decidió que la movilización social debía continuar, pero por otros medios, esta vez asumir la forma electoral para derrotar al gobierno en la consulta y referéndum.

El cambio de registro fue abrupto y siguió la ruta trazada por la movilización social. En virtud de que siempre fue una movilización descentralizada el sustrato político de la campaña por el NO al régimen también asumió ese carácter descentralizado. De un día al otro, el país pasó de la narrativa del paro indígena a la convocatoria a votar NO contra el gobierno de Noboa y que tenía su centro de referencia en esa forma descentralizada que asumió el paro indígena y su fuente en las organizaciones que llevaron adelante ese paro indígena-popular. La campaña por el NO al referéndum y consulta popular del régimen fue, en realidad, una continuación del paro indígena. No puede pensarse lo uno sin lo otro.

Las mismas organizaciones indígenas que se movilizaron en todo el país y que nunca tuvieron conducción política por parte de la nueva dirigencia de la CONAIE y de ninguna otra organización, decidieron asumir directamente la campaña por el NO. Cuando el gobierno quiso hacer campaña para que el electorado vote por sus propuestas y adscriba a su proyecto de una nueva Constituyente, ya no había espacio político. Ese espacio había sido copado desde el paro indígena, desde la gente, desde el pueblo.

El régimen de Noboa, en realidad, perdió las elecciones tres semanas antes de las votaciones y las perdió cuando no pudo dar salidas políticas a la movilización indígena. Las perdió cuando pensó que podía solucionar un conflicto político con violencia militar y policial. El gobierno pensó que tenía el espacio y las condiciones para repetir el mismo formato que le había sido tan útil anteriormente de apelar al clivaje correísmo-anticorreísmo, pero que esta vez ese clivaje resultaba anacrónico, fuera de lugar, incongruente.

En efecto, en esas tres semanas antes de las votaciones, cuando el país aún procesaba la violencia utilizada por el gobierno contra los comuneros indígenas durante el paro indígena y cuando la propia CONAIE no atinaba a comprender qué había pasado, se produjo una campaña totalmente descentralizada por el NO al régimen, que convocó a todos los ciudadanos a que expresen su malestar, su inconformidad, su hastío con la corrupción, las mentiras, la demagogia y la violencia del gobierno de Noboa. La consulta y referéndum, gracias al paro indígena, se había transformado en plebiscito. En ese contexto, apelar al correísmo y anticorreísmo como operador simbólico para disciplinar al electorado era absurdo, improcedente y fuera de toda racionalidad política. 

A pesar de eso, el gobierno intentó hacerlo cuando ordenó que el ex vicepresidente Jorge Glas, detenido por el proceso de lawfare contra la RC, sea trasladado hacia la nueva cárcel denominada del Encuentro, que aún estaba en proceso de construcción. Una jugada que le restó más legitimidad y que mostraba al correísmo como víctima del poder.

El gobierno pensó que el correísmo podía suscribir su tesis de convocatoria a la nueva constituyente porque supuestamente le convenía participar, pero no entendió que el momento político luego del paro indígena había evacuado de la discusión política a todos los partidos políticos. De hecho, el único partido político que entró como tal a definir la consulta y el referéndum fue aquel del régimen. Los demás partidos fueron invisibilizados por el carácter popular que asumió la campaña por el NO y por esa estructura descentralizada de manejo político que se creó durante el paro indígena.

De la misma manera que Noboa no sabía contra quién se confrontaba en Imbabura, porque pensó incluso que lo hacía contra las bases de la CONAIE, así no entendió que en la consulta y referéndum no se confrontaba contra ningún otro partido político de oposición sino en contra de la ciudadanía y que ya no se trataba de una consulta sino de un plebiscito.

La ciudadanía que actuó de forma descentralizada creando relatos y posicionándolos en redes sociales contra el régimen, no habría tenido ese espacio político sin el paro indígena. La campaña por el NO a las preguntas del régimen en la consulta y referéndum adoptó una forma descentralizada y sin mandos porque ese fue, precisamente, el formato del paro indígena. Pudo imponerse sobre cualquier campaña de cualquier partido o movimiento político, porque estos partidos y movimientos no participaron en el paro indígena, por eso no tenían la legitimidad para asumir la conducción electoral de esta campaña por el NO.

Fue el pueblo, fue la estructura comunitaria la que asumió esa conducción política tanto durante el paro indígena cuanto la campaña por el NO a las preguntas del régimen. De ahí su carácter popular, espontáneo. Fue una revolución molecular. Una de las primeras que adopta esa forma en la historia reciente del país. 

La dirigencia de la CONAIE nunca dio línea política ni conducción política al paro indígena. Por eso la CONAIE no jugó ningún rol relevante en la campaña por el NO. Tampoco las estructuras del movimiento Pachakutik a nivel nacional. Tampoco lo hizo la RC. Todos ellos se sumaron a la campaña por el NO, pero la iniciativa política le perteneció por entero al pueblo, a la ciudadanía.

En las pocas semanas que tuvo el régimen antes de la consulta y referéndum, intentó utilizar los mecanismos de siempre de manipulación mediática, generación de miedo social al retorno del correísmo, entrega masiva de bonos y recursos públicos, pero era ya demasiado tarde. El resultado estaba ya prescrito y escrito por el paro y resistencia indígena.

Y en las elecciones sucedió lo que era previsible. En todos los sitios en los que el régimen demostró su brutalidad represiva, perdió con amplio margen. En Imbabura y en el norte de Pichincha, el NO gana incluso con el 90%. En la costa del país, el NO ganó de manera amplia. En las comunidades indígenas que antes habían votado masivamente por Noboa ahora lo hicieron contra Noboa. El paro indígena “despegó”, por así decirlo, a los comuneros de toda adhesión simbólica y semiótica con respecto al régimen.

Por eso, no se puede comprender el paro indígena sin la campaña descentralizada por el NO. Forman parte de un único proceso. Y es uno de los procesos políticos más complejos de los últimos años, porque presenta características nuevas y genera escenarios que no se habían previsto.

Fue una victoria popular que no puede ser adscrita a ninguna organización ni personaje en particular. Una victoria que desestructura todo el andamiaje que el régimen había construido. Ese resultado electoral crea un vacío político sobre el régimen. Puede ser que el régimen mantenga su control sobre el sistema político y el Estado, pero esta vez tiene a la sociedad en contra y ha perdido toda garantía de gobernabilidad. Esta victoria popular pone puntos suspensivos sobre la continuidad del programa económico del régimen. Si adopta nuevamente duras medidas económicas, es probable que se reactive la movilización y, esta vez, con más contundencia e intensidad y con pronóstico reservado para la estabilidad del régimen.

Es tan fuerte esta derrota estratégica al régimen de Noboa que es difícil que pueda recomponerse a futuro. Lo más probable es que la transición política continúe y Noboa no pueda siquiera terminar su periodo. Si es así, esta revolución molecular ha creado ya la forma política por la cual se puede superar el clivaje correísmo-anticorreísmo: la organización descentralizada, molecular, de la resistencia, de la movilización, es decir, el pueblo. Esa es la respuesta a la salida de la crisis y a la recuperación de la democracia, la institucionalidad y la paz. Esa respuesta es apostar totalmente a la capacidad de imaginación, de dignidad, de solidaridad del pueblo. Confiar en el pueblo, en su sabiduría, en su lucha. Esa es la gran lección de esta revolución molecular.

 

 

martes, 25 de noviembre de 2025

Hacia el modelo oligárquico-neoliberal Apuntes sobre las elecciones de Ecuador de 2025

 Hacia el modelo oligárquico-neoliberal

Apuntes sobre las elecciones de Ecuador de 2025

 

Pablo Dávalos

 

Introducción

Contra todo pronóstico, en las elecciones presidenciales de abril de 2025 en Ecuador, el candidato y presidente de la República, Daniel Noboa, se impuso de forma abrumadora a Luisa González, del movimiento de la Revolución Ciudadana. Días antes de las elecciones, la mayoría de las encuestas apuntaban a un empate técnico y, algunas de ellas, incluso, daban una ligera ventaja a la candidata de la Revolución Ciudadana.

Entonces, ¿Cómo entender el comportamiento del electorado en el Ecuador que dio más de diez puntos de diferencia al candidato de la derecha, Daniel Noboa? ¿Cuáles son las consecuencias que tienen estas elecciones? Y, sobre todo, ¿por qué ganó Noboa, un representante directo de los grupos oligárquicos más conservadores y de derecha en un ambiente de crisis total y de Estado fallido que, aparentemente, conspiraban en su contra? 

Hay que indicar, además, que estas elecciones en Ecuador se inscriben dentro del contexto de la política del país caracterizada por la transición una vez que el anterior presidente, Guillermo Lasso, no pudo terminar su periodo y se vio obligado a disolver la Asamblea Nacional y llamar a nuevas elecciones, un proceso que en el país se conoce con el nombre de “muerte cruzada”. 

Esa transición se decantó hacia la derecha y contribuye a que las expresiones políticas más conservadoras, más radicales y más comprometidas con la agenda neoliberal impongan su proyecto político.

Así que para responder a las preguntas anteriores es necesario una hipótesis que sea plausible y que tenga posibilidades heurísticas. En ese sentido, es necesario, previamente, un proceso analítico que separe lo contingente de toda campaña electoral de los procesos más profundos que la fundamentan y le otorgan sus condiciones de posibilidad. Por ello, con toda la importancia que tienen, pero los aspectos más puntuales de la forma cómo asumió la campaña electoral la Revolución Ciudadana con sus posibles errores, incluso estratégicos, se soslayan en beneficio de la hipótesis principal.

En consecuencia, se propone la hipótesis de que Noboa ganó las elecciones presidenciales porque incorporó un vector que las transformó radicalmente; ese vector que Noboa integró de forma orgánica a las elecciones fue el Estado. Cuando Noboa, en tanto presidente de la república, no traza límites claros con su posición de ser al mismo tiempo candidato a la presidencia, puede poner a trabajar a todo el Estado para su candidatura y, en esas circunstancias, vencer al Estado, para cualquier contendiente, es casi misión imposible.

Sin embargo, no es un procedimiento exclusivo de Noboa, sino que tiene que ver con el formato liberal de la política, la democracia representativa y el diseño político electoral y el sistema político. Justamente por eso se intenta poner límites a estas distorsiones de la democracia liberal a través de la limitación o la prohibición de la reelección.

No obstante, poner al Estado a trabajar en función de una candidatura e inclinar la balanza fue, precisamente, el recurso utilizado por Rafael Correa cuando fue presidente y, gracias a él, pudo ganar cómodamente varias elecciones consecutivas en el periodo 2007-2017.

Ahora bien, hay que añadir un elemento a esa hipótesis, y es aquel del diseño del Estado que se definió en la Constitución del año 2008. El Estado que nace de esa Constitución es garantista en derechos, pero mantiene el control del ejecutivo sobre las palancas claves del poder, como por ejemplo el presupuesto del Estado y la definición de políticas públicas, en una dinámica que se conoce con el nombre de hiperpresidencialismo. Entonces, no solo que entra en el juego electoral el Estado e inclina radicalmente la balanza, sino que no es cualquier Estado, es un Estado cuyo diseño político le otorga un importante margen de maniobra al Ejecutivo y, en particular, al presidente de la República.

Esto permite comprender que, en el tiempo electoral, el Estado ecuatoriano puso a disposición del candidato Daniel Noboa, recursos que sobrepasaron los 500 millones de dólares, en una serie de financiamiento de políticas públicas y que comprendían bonos, subsidios, ayudas, becas, entre otros, y que se generaron y utilizaron de forma específica durante la campaña electoral y que inclinaron de manera decisiva la balanza en beneficio del candidato-presidente.

Pero es necesario complementar la hipótesis con un contexto más general, porque en un Estado con instituciones relativamente estables y sólidas, habría sido muy difícil mover una cantidad tan grande de recursos y, además, en un contexto de austeridad fiscal y de cumplimiento de reglas macrofiscales impuestas por el FMI. 

Es decir, para que pueda operar la figura del Estado como condición de posibilidad del candidato-presidente, era necesario un proceso previo de neutralización y debilitamiento de las instituciones, sobre todo las más importantes como la Corte Constitucional, el Consejo Nacional Electoral, la Contraloría General del Estado, entre otras.

La candidatura presidencial de Noboa pudo mover al Estado en beneficio propio porque no hay una institucionalidad fuerte y esto se debe a que hay un Estado fallido. La noción de Estado fallido como un Estado que no puede garantizar los contenidos mínimos del contrato social en una sociedad moderna, se avala y demuestra cuando se registra el hecho de que el Estado no puede garantizar el derecho a la seguridad ciudadana, al extremo que el Ecuador, en pocos años, se ha convertido en uno de los países más peligrosos del mundo.

Entonces, la utilización del Estado para inclinar la balanza de la disputa electoral, la capacidad de manejar a discreción políticas públicas y recursos públicos, gracias al carácter de hiperpresidencialismo y el Estado fallido, fueron determinantes para que el candidato presidente, Daniel Noboa, se imponga de manera amplia a la candidata de la Revolución Ciudadana. Conviene, por tanto, demostrar esas hipótesis.

 

El desequilibrio fundamental

Luego de proclamar los resultados electorales la noche del 13 de abril de 2005, la candidata de la Revolución Ciudadana, indicó que desconocía esos resultados porque provenían de un fraude electoral. La candidata tenía razón, pero no en el sentido contingente de manipulación de las urnas, actas o votos, sino de algo más profundo. La apelación al fraude electoral nacía del hecho de que las autoridades de control no hicieron nada por impedir que el candidato-presidente Daniel Noboa, utilice el Estado de manera discrecional y en función exclusiva para su campaña política.

Las violaciones a la ley electoral y a la Constitución fueron evidentes al extremo que el candidato-presidente Daniel Noboa nunca encargó la presidencia, mientras él hacía campaña electoral, a su vicepresidenta legal y constitucional, sino que procedió a nombrar de su propia iniciativa a un funcionario de su gobierno como vicepresidente. Un acto que rompía no solo con la ley sino con la Constitución pero que no fue advertido ni sancionado por ninguna autoridad ni electoral ni constitucional.

Noboa, utilizó todas las instituciones públicas para sincronizarlas en el reloj de su campaña electoral por fuera de toda prescripción legal y sin que haya existido ningún contrapeso para esa decisión. Así, gobernadores, ministros, subsecretarios, directores de empresas públicas, y funcionarios públicos de todos los niveles y en todos los distritos del país, entre otros, se convirtieron, de grado o por fuerza, en engranajes de un enorme mecanismo que hacía tabula rasa de toda consideración ética y legal en la utilización de recursos públicos para una campaña electoral que territorializó la campaña y confundió políticas públicas con ofrecimientos electorales.

La ley, en efecto, prohíbe la utilización de recursos públicos para cualquier acto electoral y su vigilancia y cumplimiento habían sido celosamente seguidas hasta estas elecciones sobre todo para vigilar el apoyo que se podría prestar, desde determinados espacios, sobre todo alcaldías y prefecturas manejadas por la oposición, a los candidatos que incomodaban o amenazaban al candidato-presidente. 

Así, mientras se castigaba a alcaldes o Prefectos que habían apoyado a los candidatos de sus partidos políticos y las autoridades de control estaban prestas para la vigilancia y el castigo, en el caso del candidato-presidente, en cambio, hicieron mutis por el foro y mantuvieron una posición de connivencia e indiferencia ante las múltiples denuncias de la utilización de recursos públicos para la campaña electoral del candidato-presidente Daniel Noboa.

Esto hizo que el candidato-presidente haga una campaña de posicionamiento personal que renunciaba a darle contenidos de cualquier índole a la disputa electoral porque no era necesario y porque podía generar efectos no deseados. De esta forma, se produjo una paradoja en la cual el país entraba de lleno a definir aspectos claves de su futuro político, pero la campaña electoral se negaba a debatir cualquier tema que implique la más mínima profundidad conceptual. Se convirtió en una campaña inane, intrascendente, banal, en donde el candidato-presidente se convertía en influencer de tik tok divulgando los aspectos más banales de su vida cotidiana y renunciaba a realizar cualquier pronunciamiento sobre la difícil situación del país que tenía que ver, precisamente, por sus decisiones políticas.

Los medios de comunicación de la derecha y afines a Noboa, así como sus influencers, contribuyeron a exacerbar este ambiente de banalización absoluta en donde todo lo que implique el más mínimo esfuerzo de comprensión y debate sobre los problemas más importantes de la sociedad, era inmediatamente excluido y, en su lugar, se posicionaba un discurso maquineo de los buenos contra los malos, de los amigos y los enemigos. Era el retorno de Carl Schmitt, pero en el peor de los escenarios, porque se había llegado al grado cero de toda inteligencia social, a niveles de banalización de lo real que disputan incluso con aquello que Guy Debord llamaba la sociedad del espectáculo.

 

Los antecedentes

Curiosamente, este procedimiento de poner al Estado en la ecuación electoral, no fue ni creado ni inaugurado por el candidato-presidente Daniel Noboa. Alguien más ya lo había hecho antes que él y con resultados contundentes. Se trata, en efecto, del ex presidente Rafael Correa. En su gobierno, la utilización del Estado como vector político para cercar a sus oponentes y para convertirlo en un arma de disuasión fue una de sus características. De esta forma, Luisa González, la candidata de la Revolución Ciudadana, fue la víctima de un invento político de la misma Revolución Ciudadana.

Gracias a este expediente, como se había indicado, la Revolución Ciudadana pudo convertirse en hegemónica en el periodo 2007-2017. Fue porque intervino sobre el Estado y lo transformó en un arma política que pudo mantener esa hegemonía sin atisbos de resistencia. 

 

La sala de máquinas de la Constitución: el hiperpresidencialismo

Muchos juristas cuestionaron a la Constitución del Ecuador del año 2008 por su hiperpresidencialismo. Si bien se reconocían los avances en derechos y la institucionalidad que se ponía en marcha para garantizar su real ejercicio y cumplimiento, también es cierto que en el diseño político del Estado se había manifestado que el hiperpresidencialismo, al no crear contrapesos al poder, podía convertirse en una importante dificultad al momento de poner límites al poder del ejecutivo, sobre todo cuando se altere la correlación de fuerzas.

Cuando se aprobó la Constitución de 2008, la Revolución Ciudadana, que en ese entonces se llamaba Alianza País, estaba al inicio del ciclo político en el cual sería hegemónica. Para consolidar esa hegemonía Alianza País, necesitaba controlar, directamente, las palancas claves del poder y esas palancas estaban en la capacidad de dirimir desde posiciones hegemónicas a las autoridades de control, el presupuesto del Estado, la capacidad de veto del Presidente y su capacidad de legislar, el monopolio sobre las políticas públicas y la capacidad discrecional sobre el presupuesto público. Fue por esa necesidad de hegemonía que Alianza País diseñó un poder ejecutivo con capacidades hiperpresidenciales.

Así, el legislativo no puede cambiar el presupuesto del Estado, solo puede “observarlo”. La Asamblea puede aprobar una ley con la mayoría de sus miembros, pero el presidente puede vetarla totalmente si es de su conveniencia hacerlo. Además, puede enviar decretos de urgencia económica que deben ser aprobados de forma obligatoria en treinta días. Si la Asamblea tarda un minuto más, entonces entrarán en vigencia de forma inmediata por el ministerio de ley. 

Por supuesto que hay otros temas que dan cuenta del hiperpresidencialismo en el diseño del Estado en la Constitución de 2008, pero aquello que quiere resaltarse es que esa capacidad del hiperpresidencialismo fue clave al momento de orillar al Estado a transformarse en vector de una campaña electoral. El hiperpresidencialismo atenúa o elimina los contrapesos al poder del ejecutivo. Un ejecutivo fuerte es fundamental para todo proceso hegemónico. Lo demostró el caso de la Revolución Ciudadana en el periodo 2007-2017 y lo vuelve ahora a demostrar la reelección de Daniel Noboa.

Ante un ejecutivo fuerte, las demás instituciones del Estado, incluidas aquellas de control, terminan por plegarse a sus condiciones. Ninguna de ellas tiene la fuerza suficiente para mantener un mínimo margen de autonomía y espacio propio. Así, instituciones claves como el Consejo Nacional Electoral, se convierten en determinaciones del poder y ratifican la capacidad hegemónica del hiperpresidencialismo. 

Fue gracias a la figura del hiperpresidencialismo que Daniel Noboa pudo poner en sintonía y sincronización no solo a las entidades del gobierno central sino también a aquellas del Estado y que, teóricamente, al menos, no están bajo la dependencia directa del ejecutivo. Pero ninguna autoridad quería arriesgar su posición ante un poder ejecutivo tan hegemónico.

El jurista Roberto Gargarella afirma que en la Constitución del Ecuador hay un conjunto de procedimientos y normas que se convierten en una especie de “sala de máquinas” del orden jurídico. Mutatis mutandis, la “sala de máquinas” de la Constitución puede ser adscrita a ese espacio relativamente oscuro y desde donde se procesa el poder del ejecutivo por sobre los demás poderes del Estado y, en consecuencia, sobre la sociedad. Ese espacio es el hiperpresidencialismo.

 

El Estado Fallido

La debilidad institucional del país es evidente. En el Ecuador, en el año 2025, hay una especie de colapso institucional. Las instituciones del país son una especie de zombis que aún no saben que están muertas y que sobreviven básicamente por inercia. Las Fuerzas Armadas atraviesan su peor momento por las acusaciones de crímenes de lesa humanidad provocados, especialmente, contra niños y jóvenes. La Fiscalía General del Estado se ha convertido en un alfil del poder que utiliza la violencia legítima del Estado para proteger a grandes delincuentes y perseguir a los enemigos del régimen. La Contraloría General del Estado persigue a quienes tienen deudas intrascendentes y deja en paz a negociados evidentes en los cuales incluso estaría involucrado de forma directa el candidato-presidente. El servicio de rentas internas se revela incapaz de cobrar las deudas tributarias a la familia del candidato-presidente Daniel Noboa. La Policía Nacional ha sido acusada de tener narcogenerales en sus filas por parte de la propia embajada de EEUU. Las cortes de justicia se han convertido en el epítome de la corrupción. Es imposible hacer un trámite normal, como sacar un pasaporte o una cédula de identidad, sin que medie la corrupción y la desidia del gobierno.

Es un ambiente de degradación institucional en el cual se ha perdido el sentido del nomos, es decir, la norma, la ley. Es una situación de anomia que surge por la intersección de varias crisis: la crisis económica provocada por la recesión y la falta de inversión y empleo; la crisis de seguridad ciudadana que ha convertido al país en uno de los más inseguros del mundo; la crisis institucional, etc.

Ahora bien, en medio de esta anomia que caracteriza al Estado fallido, hay una sola institución que sostiene al país y evita su colapso. Esa institución es la dolarización. Así, el sistema monetario se convirtió en garantía de sobrevivencia institucional del país. A la sociedad le preocupa la crisis, pero le parece soportable a condición de que se mantenga la dolarización. Existe la percepción de que, si este esquema monetario tambalea, todo se puede venir abajo.

En el contexto del Estado fallido y la situación de anomia, este fue uno de los recursos más importantes generados por el candidato-presidente y, esta vez, es un recurso que provino directamente desde él. El candidato-presidente, creó un ambiente de miedo con respecto a la dolarización. Indicó que si gana la Revolución Ciudadana la dolarización se vendría abajo. Lo hizo incluso a través de un Decreto Presidencial. 

Traer a la dolarización como vector en la disputa electoral cuando es la única baza que tiene la sociedad para no naufragar bajo el peso de sus propios errores, demuestra la falta absoluta de escrúpulos del candidato-presidente y la forma por la cual integró todo lo que le ayude a ganar su campaña como determinaciones propias.

Así, el Estado fallido provocaba la anomia institucional. Ninguna institución podía reclamar espacios de autonomía por fuera del hiperpresidencialismo y esto condujo a una situación que exacerbaba la vulnerabilidad. Esa vulnerabilidad se reveló un recurso clave para generar el miedo y administrarlo. Por eso el discurso de la inminente caída de la dolarización si ganaba la candidata de la Revolución Ciudadana prendió como fuego en pasto seco. No había posibilidad de oponer un discurso racional y coherente para desmentirlo.

Pero no solo era la vulnerabilidad que nace de una sociedad que no tiene instituciones que la protejan, sino que además fue generada de forma focalizada hacia aquellos que la campaña electoral del candidato-presidente consideraba como actores claves y que podían generar o disonancias u obstáculos. Ese expediente fue el lawfare, es decir, la persecución legal desde el Estado contra todos aquellos que podían convertirse en obstáculos en su camino.

 

El desenlace

Esto no quita, por supuesto, la responsabilidad de los errores de la campaña electoral de la Revolución Ciudadana. Pero son errores que solamente sirven para ratificar el proceso político llevado adelante por el candidato-presidente y que, en perspectiva, se convierten en pura contingencia. 

Sin embargo, Daniel Noboa es el representante de un grupo oligárquico claramente definido. Esto hace que su gobierno pueda ser descrito como oligárquico-neoliberal. Esto representaría un giro de tuerca en el neoliberalismo. Pero ese giro de tuerca es incompatible con el orden constitucional vigente en el país y las leyes que lo fundamentan. 

En efecto, la Constitución, al ser garantista, prohíbe la flexibilización laboral, el establecimiento de bases militares de otros países en territorio nacional, también prohíbe la privatización del agua, declara los derechos de la naturaleza, y obliga a que los bancos y financieras no realicen otras actividades y no sean propietarios de otros activos que no sean específicamente financieros. La Constitución también prohíbe la privatización de la seguridad social y la suscripción de acuerdos comerciales internacionales que impliquen laudos arbitrales contra el país. La Constitución define las áreas estratégicas del Estado e impide su privatización.

Precisamente por ello, una de las tareas políticas imprescindibles para articular, consolidar e imponer este modelo oligárquico neoliberal, del ahora reelecto presidente Daniel Noboa, es salir de esta camisa de fuerza que es la Constitución de 2008. Su victoria electoral es también la señal de que esta Constitución agotó todas sus posibilidades. Su tiempo histórico terminó. No se trata solamente de un giro de tuerca en el modelo oligárquico neoliberal sino del rediseño constitucional y legal en función de ese nuevo modelo político y económico.

Pero la convocatoria a una Asamblea Constituyente puede generar efectos no deseados y que pueden surgir por la polarización política que vive el país. Si la Revolución Ciudadana fue derrotada tan contundentemente significa que ya no es una amenaza para el régimen de Noboa. Pero si no es una amenaza, entonces ¿cómo mantener la polarización con un enemigo totalmente derrotado? ¿Cómo movilizar la voluntad ciudadana para que vote masivamente por el proyecto político que representa Noboa en una nueva Asamblea Constituyente? ¿Cómo generar el miedo suficiente para cosecharlo políticamente?

Para el presidente reelecto, no puede convocarse la Asamblea Constituyente si previamente no depura el escenario político y evacúa sus amenazas y, entre ellas, está la necesidad ineludible de derrotar totalmente a la Revolución Ciudadana. Es por ello que utiliza el lawfare, es decir la persecución política pura y dura, para reducir al máximo el espacio político de la Revolución Ciudadana y, de esta forma, impedir que dispute espacios de poder en la próxima Asamblea Constituyente. Asimismo, con el poder del Estado intentará cooptar a las organizaciones indígenas o, en todo caso, neutralizarlas al enfrentarlas entre sí, para acotar su incidencia e impedir que sean un obstáculo para la próxima Asamblea Constituyente.

La utilización de la persecución, el miedo, la crisis, y la cooptación de organizaciones sociales, en realidad, se parece mucho al fascismo, pero es el recurso que más a mano tiene el gobierno de Noboa para poder ganar la próxima Asamblea Constituyente. Si Noboa gana la Constituyente la transición se habrá cerrado en beneficio del modelo oligárquico-neoliberal. Pero si por cualquier circunstancia, Noboa no logra ganar la Asamblea Constituyente, entonces la transición continúa y las víctimas y derrotados de ahora podrían convertirse en los vencedores de mañana. 

 

 

 

martes, 18 de noviembre de 2025

Ecuador: paro indígena y revolución molecular

 Ecuador: paro indígena y revolución molecular

Pablo Dávalos

Existe un fenómeno que debería ser sometido a examen: la forma por la cual las publicaciones más banales, más toscas, más intrascendentes de las redes sociales logran capturar la atención de millones de personas y se viralizan. ¿Por qué se produce este fenómeno? ¿Cómo es posible que millones de personas se enganchen con las publicaciones más banales y que, prima facie, no tienen ningún sentido? ¿Por qué se reconocen en ellas? ¿Por qué se viralizan? Y, este fenómeno, ¿qué consecuencias tiene para la sociedad? ¿Cómo influye en las luchas políticas, en la democracia, en las instituciones?

Son cuestiones que ameritan una explicación más comprehensiva porque permite intuir diámicas sociales que son propias a la sociedad de plataformas digitales, la IA y las redes sociales. Aquello que emerge es, paradójicamente, la banalidad, la frivolidad, la inmediatez y la mediocridad como condiciones indispensables para tener éxito en las redes sociales y, a partir de ahí, en la sociedad. Mientras más banal sea una publicación en redes sociales, más posibilidades tiene de viralizarse. Mientras más se viralice, más opciones hay para su monetización. El capitalismo tardío de plataformas y extracción cognitiva no solo que convierte, como escribe Byung-Chul Han, a todos en sujetos de rendimiento sino que exige, además, la mediocridad y la vulgaridad como requisitos de éxito y reconocimiento social.

Lo banal se convierte en la materia prima de las plataformas de redes sociales. El enorme poder de cómputo que tiene cada persona en sus manos a través de sus smartphones es puesto como base tecnológica para la proliferación de lo banal, lo intrascendente, pero, a partir de ahí, se produce la captura de información, tiempo, atención y conocimiento social; y emerge una nueva forma de plusvalía: aquella del conocimiento y comunicación societal. Si una sociedad empieza a construir sus referentes desde lo banal sus horizontes civilizatorios empiezan a convertirse en distópicos.

Si la banalidad estructura el marco epistémico y ontológico de las plataformas de redes sociales y la vinculación que las personas tienen con estas plataformas, entonces el campo de disputa político deviene semiótico. Para comprender al capitalismo tardío de plataformas y de IA, es necesario situar la discusión dentro de la semiótica política.

Ahora bien, por supuesto que hay muchísimo contenido en las plataformas de redes sociales y, muchos de ellos, realmente valen la pena; empero, de toda esa proliferación de contenidos, aquellos que finalmente se imponen y se hacen virales tiene que ver con la banalidad. Esto podría indicar que la banalidad, la frivolidad, la intrascendencia, tendrían la capacidad de generar, de alguna manera, más fuerza gravitatoria en las redes sociales que otras publicaciones con contenidos más elaborados.

Quizá en esta fuerza gravitatoria que tiene lo banal de alterar el campo del significante estaría una de las claves que explicarían la tendencia de las sociedades hacia posiciones de extrema derecha, porque permite conectar, a partir de lo banal del mundo, la precariedad del mundo y legitimarla. La precariedad del mundo no se explicaría por la estructura del capitalismo tardío sino por la presencia del Otro.

En un contexto de tensión social por la lucha de clases, la banalidad disuelve esa lucha de clases, evanesce la conciencia de clase y cualquier forma de compromiso ético y social y deriva la responsabilidad de la crisis del sistema hacia el Otro. Como el Otro es culpable de la precariedad del mundo, entonces se legitima la descarga de odio y violencia en contra de ese Otro, pero ese otro, en definitiva, siempre es uno mismo.

Una vez disuelta esa conciencia de clase, es más fácil situar en ese vacío contenidos más simples y que coinciden con lo que las personas sienten con respecto al mundo: el miedo al Otro, el miedo al futuro, el miedo a sí mismo y el miedo al mundo; todo ello es la expresión más fenoménica de la precariedad del mundo que produce el neoliberalismo del capitalismo tardío y el miedo es la materia prima del fascismo.

La banalidad, en ese sentido, es un recurso político para imponerse dentro de ese campo semiótico porque impide visualizar al capitalismo tardío como fundamento de la precariedad del mundo. La banalidad, si se permite la categoría, permite curvar el campo semiótico para impedir cualquier reflexión más elaborada sobre la compleja y contradictoria estructura histórica de la sociedad.

En efecto, si millones de personas se enganchan con la publicación más tonta que se pueda imaginar en las plataformas de redes sociales, ese enganche semiótico sirve como marco heurístico para definir el perímetro semiológico de los significantes de la realidad. Así, el conflicto político entra, a fortiori y desfigurado, en ese campo semiótico en donde no hay posibilidad alguna de que derive en la comprensión de la realidad y, menos aún, en cambiarla. Ese enganche semiótico se traduce en hegemonía, aunque las personas que se enganchan a esos contenidos tan banales no tengan la más remota idea de ello.

Así, un meme, un reel, o cualquier otra publicación sin importar su forma ni contenido en las redes sociales y que no dice absolutamente nada y que solo expresa un situación de banalidad, pero que apela a los sentimientos más primarios de la población, tiene todas las posibilidades de convertirse en hegemónico porque un meme no solo es un artefacto semiótico, es también un dispositivo político.

Este fenómeno tiene que ver con los significantes y el campo desde el cual se procesan, es decir, la semiótica del conflicto social, de la lucha de clases. Estos significantes se estructuran en un relato sobre el cual se construye el orden del mundo desde el poder. La apelación a la banalidad en el capitalismo tardío para construir el relato del mundo, expresa la imposibilidad de asumir, comprender y actuar en el mundo como proyecto específico del capitalismo tardío. Expresa la fragilidad de vínculo que los seres humanos tienen con respecto a su sociedad.

El concepto de mundo es, por definición, ontológico. El filósofo alemán Heidegger escribía sobre los seres humanos somos seres arrojados en el mundo, de ahí su concepto de ser-en- el-mundo. Si el mundo es un concepto ontológico, y el relato del poder construye un determinado sentido sobre el orden del mundo, entonces las disputas semióticas son, a la larga y en definitiva, ontológicas y, por supuesto, políticas.

Por tanto, hay que comprender al relato sobre la estructura del mundo y su contingencia como un campo tensional no solo en la política sino, fundamentalmente, en la semiótica y la ontología política. Es un campo tensional que refleja, precisamente esos conflictos de clase, pero que los estructura desde las dimensiones del significante. Así, por ejemplo, un meme, que es un artefacto semiótico, solamente cobra pertinencia cuando su sentido, validación y alcance se producen socialmente y bajo esta estructura de banalidad y fugacidad del mundo.

Hay que tener una serie de referentes, contextos y connotaciones previas para situar en su exacta medida la repercusión que puede tener un meme sobre determinadas personas o situaciones. Sin esos referentes, el meme se pierde. El meme es uno de los más importantes artefactos semióticos en estas batallas por el significante en el capitalismo tardío.

Se puede constatar que en un meme hay un vacío epistemológico con respecto al mundo porque el meme no explica nada ni requiere de ningún criterio de verdad; es pura apelación emocional, es instinto básico, es significante puro; por esa razón, el meme suscita una adhesión semiótica, y gracias a eso puede viralizarse, esa viralización indica que el meme ha logrado una captura semiótica porque crea un denominador común semiótico gracias a esa fuerza emocional que suscita y convoca.

En virtud de esa captura semiótica se genera la adhesión semiológica y el meme (o el post, o el tik tok) se vuelve viral. La viralidad impide la conformación y constitución de un discurso estructurado sobre el mundo. La viralidad es efímera. Apenas un instante en la constelación de instantes de las plataformas de redes sociales. Es distopía pura.

Esas publicaciones en redes sociales, como el meme, no permiten construir ningún discurso estable, porque están hechos para destruir la posibilidad de que la sociedad pueda construir explicaciones más elaboradas. Mientras más breves, mejor. Si no tienen palabras, mejor aún. Son puramente emocionales porque son básicamente simbólicos. Son símbolos que se perderán en una vorágine de otros instantes, pero impiden cualquier forma de reflexión o de análisis más consistente, más elaborado. Son agujeros negros para absorber todo debate político y fragmentarlo, de tal manera que se hace irreconocible el diálogo, porque impiden las mediaciones, es decir, nunca dan respiro para poder sentir, apreciar y comprender al mundo.

A esta capacidad de destruir el debate político sustentado en significados estables, consistentes y que ameritan reflexión y análisis, se lo puede denominar como vacío epistémico. Así, la forma que asume este campo semiótico de las redes sociales y sus plataformas es aquel del vacío epistémico. Pero eso no quita el hecho de que ese meme y esos post, o publicaciones en redes sociales, no sean políticos. Por supuesto que son políticos y expresan la política, sus disputas, sus antagonismos, sus luchas de clases. Sin embargo, y por las paradojas de la historia, quienes mejor han entendido la politicidad de estas formas semióticas de banalidad y frivolidad ha sido, precisamente, la derecha y es eso lo que les ha permitido ganar elecciones claves.

Un meme, en estos tiempos de modernidad líquida, puede ser más efectivo que un discurso político. Pero ese meme demuestra que los artefactos semióticos alteran de alguna manera el relato y, por tanto, el orden del mundo. Las luchas políticas en el siglo XXI, devienen en luchas semióticas y, en consecuencia, en disputas ontológicas por el símbolo y su significante.

El relato de mundo hecho desde el poder crea una adhesión semiótica, que mantiene la estabilidad del campo semiótico y sobre esa estabilidad se construyen y definen las condiciones del poder en el capitalismo de las plataformas, la inteligencia artificial y las aplicaciones.

Sin embargo, hay una serie de fenómenos que empiezan a producirse en diferentes partes del mundo y que expresan el agotamiento de esta forma de construir el debate político desde el vacío epistémico y la captura semiológica. El campo tensional del significante, por sus propias contradicciones, empieza a fracturarse.

Puede apreciarse que aparecen fenómenos de resistencia social que disputan este campo semiótico. Quienes lo han hecho, entre otros sectores sociales, también han sido adolescentes y jóvenes. Inspirados por la manga japonesa One Piece, entre otros referentes similares, han empezado un interesante proceso político que se caracteriza, precisamente, por la disputa semiótica que se convirtió en lucha política contra el poder. Lo hicieron en Nepal, en Marruecos, en Perú y, también, lo han hecho en Ecuador durante las movilizaciones convocadas por los movimientos indígenas en el último trimestre de 2025.

Al igual que la manga japonesa en donde el personaje principal intenta rescatar a sus amigos que han sido secuestrados por las transnacionales, estos jóvenes sienten que su propio tiempo y sus oportunidades han sido también secuestrados por esas mismas transnacionales.

Llegan a la política desde un desvío, desde un atajo semiótico. Como se trata de un atajo nadie los ve venir y abren el espacio para aquello que en algún momento teóricos como Deleuze, Guatari, Hardt y Negri, entre otros, denominaron las revoluciones moleculares.

Es justamente eso lo que se produjo a partir del paro indígena en Ecuador y la movilización semiótica en contra del gobierno de Daniel Noboa y que permitió crear la masa crítica semiótica suficiente para derrotarlo en las urnas de la consulta popular de fines de 2025, que, en el fondo, quería cambiar totalmente las reglas de juego a partir de la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente para adecuarla a los requerimientos del poder.

Se produjo una revolución molecular que se expresó, condensó y manifestó en el territorio semiótico. Alteró el campo de fuerza semiótico del poder y transformó la percepción social sobre el mundo de tal manera que condujo a la sociedad a rechazar masivamente al poder.

Se trata de una revolución molecular que se expresa en la ruptura de los mecanismos de la captura del campo semiótico que hasta entonces había realizado el poder. Fue esta revolución molecular la que abrió el espacio para que una multiplicidad de organizaciones sociales, entre ellas las indígenas, pero también los jóvenes, los ciudadanos descontentos con el ajuste del FMI, entre otros, puedan abrir un resquicio en el asfixiante mundo neoliberal que ha devenido en situación tóxica por la preeminencia de la extrema derecha.

Si lo que está también en disputa es el relato sobre el orden del mundo y su legitimidad desde el campo semiótico, entonces cambiar la correlación de fuerzas semióticaen ese campo semiótico, definitivamente, es más complejo que el cambio de relaciones políticas que puede provocar un estallido social, una huelga general o una movilización social.

Los campos discursivos que se generan desde el poder tienen capacidad de resiliencia a los estallidos sociales. Son campos semióticos que han definido un perímetro simbólico de aquello que debe decirse, de su forma de interpretación y de aquello que no debe pronunciarse. Sobre esos campos semióticos se estructura la dominación política y se procesa el conflicto político y las capacidades hegemónicas.

En las movilizaciones de Ecuador de fines del año 2025 se produjo, en sus profundidades, un fenómeno que solamente puede ser apreciado a largo plazo y por sus consecuencias políticas: la derrota política al gobierno de Noboa en la consulta popular de fines de 2025.

Estas batallas políticas y por el significante, empezaron con el paro indígena de fines de septiembre de 2025 como protesta por el incremento del diésel a consecuencia del cumplimiento irrestricto del gobierno de Noboa a las condicionalidades del FMI. El movimiento indígena mantuvo, en esa coyuntura, la paralización más larga de su historia reciente. No fue un gran estallido, pero colaboró a que se desarrolle en su seno una verdadera batalla semiótica que solamente pudo ser apreciada en perspectiva histórica. Este paro indígena, en realidad, se proyectó hasta la consulta popular de mediados de noviembre de 2025 y produjo la primera gran derrota política a la derecha en el Ecuador de la última década.

En efecto, a diferencia de otras movilizaciones que devinieron en grandes estallidos sociales, como por ejemplo, aquellas de octubre de 2019 o junio de 2022, esta vez el paro de la CONAIE, se focalizó en pocas provincias y daba la impresión de que se trataba de un fracaso político, al menos con relación a anteriores episodios de lucha social que habían logrado movilizar importantes sectores sociales.

Pero una mirada más atenta, da cuenta de que existió otro proceso en esa coyunturaEste paro indígena, por la forma que asumió, por los discursos que generó, por la participación de los jóvenes, formó parte de las revoluciones moleculares que atraviesan al capitalismo tardío y que disputan el relato sobre la ontología política del mundo, es decir, los contenidos semiológicos de la dominación política y la lucha de clases, en definitiva, Gramsci.

Ahora bien, ¿No se trata acaso de exagerar la interpretación sobre un fenómeno político que “suaviza”, por decirlo de alguna manera, la incapacidad del movimiento indígena por un estallido más general? ¿Al proponer una “revolución molecular” al paro indígena de 2025 y al proceso social que condujo a la victoria popular en la consulta popular de fines de ese año, no se está pretendiendo incorporar de forma forzosa variables que son aleatorias pero circunstanciales? Por supuesto que muchos jóvenes se unieron a la movilización convocada por los indígenas, pero la verdad es que esta movilización nunca fue un hecho masivo. Entonces, ¿por qué se asume que esta movilización indígena tan focalizada y tan diferente a otras movilizaciones generó una “disputa del campo semiótico” que pudo derivar en una “revolución molecular”?

Antes de responder a todas estas cuestiones, hay que indicar que habría sido imposible derrotar a Noboa en la consulta y referéndum de noviembre de 2025 sin la duración y contundencia del paro indígena de septiembre-octubre de 2025. La derrota política a Noboa es consecuencia directa del paro indígena. Se trata de la primera derrota política a la derecha en toda la década. Y fue una derrota contundente. Por eso, para comprender de qué forma el paro indígena condujo de forma directa a la derrota a la derecha, son necesarios algunos elementos previos y que tienen que ver, precisamente, con los contenidos semióticos de la dominación política y la disputa hegemónica.

El gobierno de Noboa había construido e impuesto un relato que había actuado como un atractor gravitatorio al campo semiótico construido desde el poder, ese relato se asentaba sobre un elemento semiótico: el clivaje correísmo-anticorreísmo. Sobre ese clivaje se había construido un estado de excepción permanente para una declaración de guerra, como conflicto armado no internacional (CANI), como mecanismo de dominación política. Gracias a eso, utilizó la violencia del crimen organizado como elemento de disuasión y de legitimidad para radicalizar el programa de ajuste del FMI.

Esto generó el marco para un proceso de acumulación de capital sustentado en los grandes grupos de poder económico que esta vez también detentaban el poder político. Se puso el acelerador a fondo para el extractivismo y la corrupción. El Estado fue utilizado como un factor más de la acumulación de capital de estos grupos económicos dominantes.

Empero, a nivel semiótico no se veía nada de esto. El ciudadano no veía que la guerra declarada por Noboa no era contra el crimen organizado sino directamente en contra de él. Tampoco veía la corrupción del gobierno de Noboa como un fenómeno estructural sino apenas circunstancial. Tampoco apreciaba las medidas económicas como parte de un programa económico diseñado desde el FMI. La dominación semiótica había logrado desaparecer del debate político los elementos más importantes de la realidad.

Si alguien hacía referencia a esos lacerantes elementos de la realidad inmediatamente era inscrito en esa curvatura del campo semiótico y que se expresaba en el clivaje correísmo- anticorreísmo. Así, según este modelo, las críticas eran hechas por el “correísmo” que intentaba, por todos los medios, retornar al poder.

El gobierno de Noboa, además, se había caracterizado por un hábil manejo de las redes sociales, en especial Tik Tok, Discord, YouTube e Instagram, entre las más importantes. Había logrado viralizar sus contenidos en redes sociales y había producido una captura semiótica en el campo del relato que lo convirtieron en hegemónico sobre todo en los más jóvenes.

Gracias a esta forma relativamente novedosa de ejercer la política y que tiene en la extrema derecha sus referentes más importantes, como por ejemplo Trump en EEUU, Bukele en El Salvador, Orbán en Hungría, Meloni en Italia, Milei en Argentina y ahora Katz en Chile, entre otros, se había saturado el campo semiótico de contenidos banales y se había logrado una curvatura en ese campo de tal manera que era imposible que otros significantes puedan disputarlo y, por tanto, que exista una crítica a su gobierno.

Para la oposición política se trataba de un reto difícil porque la curvatura del campo semiótico se había logrado con un significante vacío pero altamente funcional, aquel del correísmo-anticorreísmo.

De otra parte, ningún político de la oposición o líder social podían viralizar contenidos con la facilidad con la que lo hacía el presidente Noboa y su esposa que tenían a su disposición enormes recursos financieros, institucionales y de expertos, para hacerlo. Gracias a esta forma de ejercer la dominación política desde las redes sociales y la IA, se impuso un programa económico radical en sus contenidos neoliberales que no habían podido tener éxito en gobiernos anteriores.

¿Cómo desmontar una estructura de dominación semiótica sustentada en redes sociales e IA y que utiliza clivajes que producen esa curvatura del campo semiótico? ¿Cómo salir de la adhesión semiológica y captura semiótica? ¿De qué forma crear significantes que posibiliten escapar a la curvatura del campo semiótico hecho desde Noboa y su dominación política? ¿Cómo escapar de la fuerza gravitatoria de los atractores semióticos y los artefactos semióticos creados por la maquinaria comunicacional del régimen? Por ejemplo, ¿cómo salir del clivaje correísmo-anticorreísmo?

¿Cómo decirle al ciudadano que no existía ningún conflicto armado interno y que la guerra, en realidad era contra él? ¿Cómo explicar a la sociedad que el crimen organizado es un vector más del poder y su dominación hegemónica?

Para la sociedad y sus organizaciones, no se trataba solamente de hacer memes o publicar contenidos disruptivos en las redes sociales, se trataba de algo más complejo, más vasto y más profundo. Se trataba de disputar las nuevas formas que asume la dominación política en el campo de la política y la lucha de clases. Es decir, acompañar a la lucha de clases con contenidos de ruptura y disrupción semiótica que alteren la curvatura del campo semiótico hecho desde el poder.

Es desde esta perspectiva que puede entenderse mejor la movilización indígena, que tuvo dos momentos claves: el primero de ellos fue el tiempo político: fue una movilización que se produjo en el momento preciso, es decir, impidió que el gobierno tenga el tiempo necesario para realizar esa curvatura del campo semiótico para lograr la adhesión semiótica a sus contenidos y, con eso, pretender ganar la consulta. El segundo elemento clave de esta movilización indígena es que, gracias a su duración, permitió evidenciar la violencia del poder y, con ello, alterar la veracidad del discurso semiótico del poder y mostrarlo tal cual es.

Aunque parezca una hipérbole, pero desmontar una estructura de dominación semiótica que implica disputas ontológicas, porque lo que está en juego es el relato del orden del mundo, requiere de una verdadera revolución en términos del significante. Y es eso lo que empieza a configurarse no solo en Ecuador, sino en el capitalismo tardío: una revolución molecular cuya expresión fue evidente cuando se produjo la campaña ciudadana por el NO a las preguntas de la consulta y referéndum planteadas por el poder.

Es una revolución molecular que no necesita de un estallido sino más bien de la ubicuidad, la ambigüedad y la persistencia en la disputa del campo del significante y del relato del orden del mundo. Necesita, además, de referentes simbólicos como nuevas anclas semióticas para producir nuevos significados y, de esta forma, salir de la captura semióticcreada desde el poder. Es por eso que las revoluciones moleculares se extienden en el tiempo y se multiplican por el espacio de manera persistente pero como un síntoma que satura el tejido histórico del capitalismo tardío. Al extenderse en el tiempo y multiplicarse en el espacio, desgastan al poder y lo llevan a confrontar aquello que Negri y Hardt denominan la multitud.

El gobierno de Noboa nunca estuvo preparado para una movilización política que adquiera los tonos de la ubicuidad, radicalidad, multiplicidad en la campaña por el NO para la consulta y el referéndum. Tampoco estuvo preparado para estallidos fugaces en cualquier parte del país cuando se produjo la movilización indígena. El poder necesitaba un foco real de resistencia sobre el cual pueda ejercer todo el peso de la violencia para erradicarlo y, de esa forma, demostrar su fortaleza. Necesitaba un lugar determinado y un tiempo fijo para ejercer sobre ese lugar la heurística de la violencia y suprimirlo; que es lo que intentó hacer en la provincia de Imbabura al inicio de la movilización indígena.

Pero la provincia de Imbabura no se rindió y actuó como referente simbólico sobre el cual anclar nuevos vectores semióticos para la resistencia. A partir de ahí, se multiplicaron las movilizaciones y fue ese concepto de multituel que creó las condiciones de posibilidad para la posterior derrota electoral y política del gobierno.

Se trató de una estrategia de desgaste permanente ante la cual no había posibilidad de crear, desde el poder, una barrera de contención, porque nacía desde lo múltiple, desde lo molecular y abría puntos de fuga permanentes en esa curvatura del campo semiótico realizado desde el poder.

Gracias a este desgaste emerge el núcleo más importante de disputa en la revolución molecular y es el sentido de la normalidad del orden del mundo. La normalidad tiene una estructura ontológica porque es en la normalidad en la cual se despliega la vida de todos y cada uno. Pero es esa normalidad la que la revolución molecular le disputa al poder y gracias a esa disputa pudo derrotarlo.

El gobierno de Noboa se propuso recuperar la normalidad, porque solo desde ella podía operar la dominación política y la explotación económica. Los jóvenes que ondean las banderas de la manga japonesa One Piece, conjuntamente con las wiphalas (la bandera del arcoiris que es representativa del movimiento indígena), no solo se tomaron las calles, las carreteras, las plazas sino que impidieron restaurar la normalidad del orden del mundo y, gracias a ello, crearon el espacio político para disputar el relato del orden del mundo durante la campaña por el NO a las preguntas de consulta y referéndum planteadas por Noboa.

Noboa necesitaba de forma desesperada recuperar la normalidad del mundo durante el paro indígena, porque es desde esa noción de que todo es normal y no pasa nada que puede imponer los contenidos de su proyecto político y económico. Solamente desde una falsa normalidad la banalidad y frivolidad del mundo tenían consistencia y generaban efectos de adhesión y captura semiótica.

La normalidad del mundo era la condición indispensable para lograr la curvatura del campo semiótico y consolidar su capacidad hegemónica. Sin la normalidad del mundo era imposible generarlos. Sin embargo, esta revolución molecular disputaba la normalidad, impedía su retorno, diluía sus posibilidades y dejaba sin opciones a la semiótica del poder.

Como fue una revolución molecular, su locus fue ambiguo, ubicuo y múltiple. Había creado un centro de referencia concreto, que actuaba como una ancla simbólica, y era la negación al orden del mundo que se condensaba en la apelación a decir NO a Noboa; es decir, transformar la consulta y referéndum en un plebiscito, lo que efectivamente sucedió.

Para eso había que disputar el sentido de la normalidad del orden del mundo y demostrar que solo se trataba de un simulacro. Pero, para hacerlo, era necesario salir de la curvatura del campo semiótico, y esto significaba, salir del clivaje correísmo-anticorreismo. Y la revolución molecular pudo hacerlo. Generó la disputa semiótica y le impidió al poder la capacidad de restaurar la normalidad del mundo, un requisito indispensable para el poder porque, sobre esa normalidad, instaura las formas simbólicas y reales de la dominación política y la explotación de clase como si fuesen parte del orden natural del mundo.

Sin esa normalidad del mundo, ¿cómo el gobierno de Noboa pretendía imponer las coordenadas para el debate político de tal forma que le posibiliten ganar el referéndum y consulta popular? Sin esa normalidad del mundo, era virtualmente imposible que el gobierno pueda dominar el campo semiótico, es decir la narración del orden del mundo, para decir que todo está bien y que todo irá mejor a futuro si los electores vuelven a confiar en él y votan por él.

La importancia estratégica de esta disputa por la normalidad del mundo se apreció en las elecciones de noviembre de 2025. En virtud de que el gobierno no tuvo posibilidades de imponer su relato porque no tenía la estructura ontológica para hacerlo, es decir, la normalidad del mundo, no pudo realizar la captura semiótica y mantener la curvatura del campo semiótico, así, se le desbarató, por ejemplo, el clivaje correísmo-anticorreísmo.

Entonces, si la revolución molecular ha optado por disputar el sentido de la normalidad del mundo, entonces, ¿Qué es lo normal? Lo normal, para el poder, es un campo narrativo que daría cuenta del orden del mundo como estructura ontológica trascendente y que solamente puede ser cambiada desde el poder. Nadie más puede hacerlo.

Así, el poder adquiere una dimensión teleológica, es decir, tiene de por sí ya un propósito. Como tiene un télos, entonces el relato como campo semiótico se inscribe desde ese propósito como necesidad del mundo. Por eso, Noboa le dijo al elector que vote por su consulta y por su proyecto de nueva Constitución, aunque no se haya discutido ningún detalle, ningún concepto, ninguna idea sobre cómo y de qué forma podría definirse la nueva Constitución, pero Noboa insistió en que hay que seguir en la estela trazada desde el gobierno, una estela que se traza y se marca, en realidad, en el campo semiótico de la lucha de clases.

Sin embargo, el hecho de que no haya existido la más mínima discusión teórica sobre la Constitución, revela la consistencia semiótica de la dominación y su télos. La Constitución se convierte en narración y la narración en un meme. El meme circula y genera efectos de sentido con anclajes simbólicos: hay que cambiar la Constitución se dijo, sin embargo ¿por qué? Porque sí, porque así lo dice el meme, porque así lo determina el télos del poder.

El gobierno de Noboa impuso una dominación política semiótica porque sabía que había logrado una curvatura en ese campo semiótico gracias a que lo había confinado, lo había controlado y había logrado una captura epistémica de ese campo de sentidos y significados y, de esta forma, había sido muy útil el clivaje correismo-anticorreismo.

Fue así como ganó las elecciones. Sin discurso. Sin plataforma política. Sin propuestas de ningún tipo. Saturó el campo de la semiótica a través de la proliferación de memes y de presencia en las redes con publicaciones banales, mediocres, frívolas, intrascendentes.

Si Noboa iba al gimnasio, eso se converja en meme o en acontecimiento semiótico que se transformaba en réel, en hashtag, en tik tok y lograba la captura semiótica, la adhesión simbólica. Si su pequeño hijo mostraba un gesto, ese gesto se transformaba en tik tok que se viralizaba y que consolidaba la presencia y la dominación de Noboa sobre el campo semiótico. Noboa se convirtió en marca mientras que todo su entorno se convertía en influencers para adherir semióticamente a la marca Noboa.

Lo mismo con su esposa, que es el epítome de la frivolidad y el grado cero de toda inteligencia. Se construyó alrededor de ella todo el imaginario de uno de los núcleos más potentes del mundo burgués: aquel de Cinderella. Pura frivolidad convertida en summun del discurso y la praxis política del poder; pero funcionó como un aditivo semiótico potente para consolidar la marca Noboa.

Todos sus ministros, sus operadores políticos, sus discursos, estaban hechos para reforzar la marca Noboa. Por eso no había ningún contenido en ninguno de ellos. La marca Noboa creaba una curvatura del campo semiótico sobre el vacío epistémico del orden del mundo. La banalidad creaba el espacio para que los precarios del mundo confundan su situación y aspiren al mundo del poder, porque era eso exactamente lo que consumían cotidianamente en las redes sociales.

En ningún discurso político del presidente Noboa, había ninguna verdad sobre el mundo. Ninguna rigurosidad, ningún concepto. Es el presidente de la república más banal de todos aquellos que han ganado la presidencia durante todo el periodo republicano y no se trata de ninguna metáfora. Pero es el que más apoyo electoral tuvo, especialmente, desde los más pobres y los más jóvenes. Y todo por la curvatura del campo semiótico y los procesos de captura semiótica y adhesión simbólica de la marca Noboa que actuaba como atractor aspiracional. Sin TikTok, probablemente Noboa jamás habría ganado las elecciones.

Si no había ningún contenido en Noboa, entonces, ¿qué había? Banalidad. Frivolidad. Intrascendencia. Es decir, la marca Noboa. Y justo porque había banalidad, ganaba las elecciones. Esa banalidad era la que permija el enganche con millones de electores, porque se trataban de electores que tenían el hábito continuo de engancharse en las redes sociales para pasar horas revisando publicaciones de gatitos, perritos, situaciones graciosas, en fin.

Las redes sociales se convirtieron en el espejo ominoso del mundo que negó la realidad a millones de personas, por un simulacro de situaciones que les obligaban, a esas personas, a mirar para otro lado para no ver su propia precariedad y pobreza.

La banalidad, la frivolidad, el vacío epistémico, son los atractores simbólicos que producen el anclaje semiótico para provocar una adhesión semiótica, es decir, la curvatura del campo del significante. Así, el tik tok de Noboa en el gimnasio, o Noboa abrazando a uno de sus pequeños hijos, entre otros actos banales y frívolos, devienen virales. Se comparten. Logran presencia en el ubicuo mundo de las redes sociales.

Pero el paro indígena le obligó a salir de la marca. Le obligó a politizarse sobre la marcha. Y es ahí, en ese proceso de politización forzada que se evidencia el vacío que representa la marca Noboa. Se abrió un flanco en la dominación política por el que pudo filtrarse luego la batalla semiótica por el significante de una multiplicidad de actores durante la campaña de la consulta popular.

Noboa está incapacitado para producir un discurso político. Nunca lo ha hecho. En tanto marca lo que necesita es adhesión semiótica. Las marcas solamente son posibles en un entorno de vacío epistémico. Por eso, cuando Noboa habla en términos políticos, pierde votos. Porque sale de su zona de confort, porque el vacío epistémico deja de ser una categoría para convertirse en una evidencia.

Por eso, Noboa necesitaba restaurar la normalidad del mundo para volver a confinar el campo semiótico y no exponerse políticamente. Noboa nunca quiso discutir en absoluto los contenidos de la nueva Constituyente. Nunca estuvo preparado para eso y tampoco le interesaba hacerlo. Sin embargo, el vacío epistémico de la marca Noboa solo podía funcionar plenamente en condiciones de normalidad del mundo y eso fue lo que le arrebató el paro indígena, por eso es tan importante ese paro y por eso se produjo la derrota política de Noboa.

Al no poder restaurar la normalidad para imponer ahí su narración del orden del mundo porque los indígenas no se lo permitieron, Noboa ya no tuvo posibilidades para lograr la curvatura en el campo semiótico para evitar que otros significantes se conviertan en vectores que escapen de esa curvatura y terminó exponiéndose y, de esta forma, demostró que la marca Noboa era vacío puro. Banalidad pura.

Gracias a eso, la revolución molecular del NO, generó otros significantes, otros vectores de interpretación que escapaban de la curvatura de campo y que le dejaron a Noboa sin posibilidades de confinar ese campo. Cuando Noboa intentó llenar ese campo semiótico con nuevos contenidos epistémicos, algo para lo cual, no tiene ninguna capacidad, ya estaba derrotado.

La generación de un campo de significados bajo una captura epistemológica que impedía cualquier tipo de racionalización política y que conducía todo hacia la frivolidad y banalidad y que se sustentaba en el vacío epistémico quizá siempre fue una forma de gobernar, pero necesitaba de un personaje que lo represente. Noboa es la representación más acabada de la frivolidad, de la banalidad y del vacío epistémico. La revolución molecular lo mostró y demostró en sus limitaciones y, por eso, pudo derrotarlo.

En realidad, Noboa siempre fue un meme de sí mismo. Fue un momento fugaz que pudo alcanzar posiciones políticas importantes por el agotamiento del sistema político y por la incapacidad de generar alternativas que le permitan salir a la sociedad de la trampa entre correísmo y anticorreísmo que fue el clivaje más importante de esto que hemos denominado como curvatura del campo del significante.

En Ecuador, de esta manera, se ha producido un fenómeno político importante porque puede ser la salida al fascismo como nuevo orden del mundo. En efecto, en muchas sociedades, el agotamiento del neoliberalismo y la precarización del mundo, han abierto las puertas al fascismo como única respuesta y alternativa. En Ecuador, la movilización social generada desde la campaña por el NO a las preguntas de consulta y referéndum planteadas por Noboa, abre la posibilidad a luchar contra el fascismo y crea un cordón sanitario sobre él.

Si las hipótesis planteadas son válidas, entonces lo más probable es que la revolución molecular que nació desde el paro indígena, sea un proceso de largo plazo y que no se detenga solamente con la derrota política a Noboa en la consulta popular de noviembre de 2025, sino que continúe más allá de eso.

Es una revolución semiótica y epistémica porque disuelve los significantes del poder, porque se burla del poder, porque ayuda a generar nuevos significantes, y porque exige una nueva forma de reflexión, análisis y fundamentos para comprender al mundo.

Mientras el poder apunta a la banalidad del mundo, la revolución molecular que se está generando en Ecuador, ayuda a entender cómo restaurar la unidad del mundo y cómo hacer de todos y cada uno actores trascendentes en ese mundo. Esta revolución molecular disolvió la dominación semiótica y demostró que la marca Noboa solamente era un meme, un simulacro del poder, al tiempo que abrió el espacio histórico y social para otro mundo posible.