martes, 16 de abril de 2019

Cuando el dogma clausura la razón: Augusto De la Torre, un caso de Pentadología felina

Cuando el dogma clausura la razón:
Augusto De la Torre, un caso de Pentadología felina

Pablo Dávalos
Foro de Economía Alternativa y Heterodoxa

En un artículo de prensa (De la Torre, 2019), Augusto De la Torre, ex funcionario del Banco Mundial, ex Gerente del Banco Central y signatario de la Carta de Intención con el FMI de 1994 y que provocó en el Ecuador la crisis económica de 1999-2000, enuncia una serie de ideas que, consideradas al tenor de la teoría económica moderna, provocan estupor y una sorpresa que raya en la apelación al surrealismo. En efecto, su lectura suscita la misma sensación que produce el encuentro imposible entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección, conforme la provocación del conde de Lautréamont; la sensación de que esto no puede ser real.
Para comprender estas ideas de A. De la Torre,  habría que situarlas previamente en el contexto y la perspectiva de la teoría económica moderna. 
Para la economía moderna, uno de sus conceptos más importantes es la función consumo. Gracias a él, ahora podemos medir el PIB y comprender las relaciones entre ingreso nacional, inversión, empleo, liquidez monetaria y ahorro, entre otras variables. El profesor J. Duesenberry consideraba a la “función consumo”como el concepto más importante que haya creado la teoría económica moderna y el más polémico (Duesenberry, 1974). Sobre este concepto trabajaron economistas de las más distintas tendencias como M. Friedman (padre del monetarismo) y su noción de “ingreso permanente” o Modigliani, o J. Tobin. 
Ahora bien, este concepto de “función consumo” establece una relación directa y positiva entre el nivel de consumo (como propensión) y el ingreso disponible (el ingreso menos el impuesto al consumo). La teoría económica moderna ahora lo considera casi un axioma, en el cual el incremento del ingreso disponible aumenta siempre y en todo momento el nivel de consumo para todos los estratos de población, aunque de forma proporcional (de ahí que se denomine como propensión). Y el ingreso disponible depende, entre otras variables, de los impuestos al consumo. 
Si los impuestos al consumo (como el IVA) se reducen, entonces se incrementa el nivel de ingreso disponible y, en consecuencia, el nivel de consumo. Por la vía de los efectos multiplicadores, ese aumento del nivel de consumo se traslada a la inversión, el empleo, la liquidez monetaria y la renta nacional. Eso dice la teoría económica moderna, eso lo confirman los datos, esa es la base de los modelos económicos modernos (como por ejemplo, el modelo ahorro-inversión o IS-LM que es la base de la macroeconomía moderna).
Sin embargo, para A. De la Torre, su razonamiento es al revés: ¡la reducción de los impuestos al consumo, es decir, el incremento del ingreso, provocaría la reducción del consumo! De hecho, su texto se titula justamente así: “Reducir el IVA es acentuar el estancamiento económico”.De lo que se conoce, sería el primer economista del siglo XXI en refutar la función consumo y su relación con los impuestos. Pero solo es una boutade, apenas un argumento ideológico que no tiene ningún fundamento serio.
Para sostener su reflexión, De la Torre presenta tres hipótesis: (1) No sería fácil financiar un estímulo al consumo; (2) Bajar el IVA elevaría la prima de riesgo del país desincentivando la inversión privada; y, (3) Ejercería presión sobre la balanza de pagos con efectos contractivos sobre el crédito. Analicemos cada una de sus hipótesis y sus derivaciones.
La primera hipótesis mantiene el tono surrealista de todo su texto: “un estímulo al consumo ampliaría el déficit fiscal”, escribe De la Torre. Como mago de circo que saca el conejo de la chistera, De la Torre esgrime el argumento del “déficit fiscal” para “demostrar” su hipótesis, pero el debate se trata de la función consumo y la reducción del IVA, no de la política fiscal y menos aún del déficit fiscal. Tiene que demostrar que la reducción del IVA provoca estancamiento económico sin un tour de force que es la apelación al déficit fiscal.
De la Torre sabe que, en el fondo, su argumento no se sostiene e incorpora, sin justificación previa, la hipótesis del ajuste económico: el gobierno puede bajar el IVA pero puede al mismo tiempo eliminar los subsidios a los combustibles y reducir el gasto fiscal. Si pasa eso, entonces, argumenta De la Torre, lo que se ganaría por reducción del IVA se perdería por el ajuste fiscal. Pero cabe preguntarse: ¿qué gobierno, en su sano juicio, reactivaría la economía (reduciendo el IVA) y al mismo tiempo la ajustaría? ¿Acaso De la Torre no sabe que las políticas de reactivación económica son incompatibles con las políticas de ajuste? ¿Nunca leyó el Hamlet de Shakespeare y el dilema ontológico: se es, o no se es?
De la hipótesis falaz del déficit fiscal y su relación con la función consumo, De la Torre resbala al argumento ideológico y contrafáctico: “Sería fácil financiarlo (se refiere al déficit fiscal) si se hubiesen acumulado ahorros …” Con referencia al anterior gobierno. Pero afirmar eso es un dislate de proporciones, porque no hay razón alguna para sostener al mismo tiempo déficit fiscal y fondos de ahorro. Los fondos de ahorro solamente son posibles y plausibles con superávit fiscal, no con déficit fiscal ¿A qué clase de macroeconomía no asistió A. De la Torre?
De otra parte, el argumento ideológico acusa al gobierno anterior de haber desmantelado los fondos de ahorro y esgrime, para validarlo, una mentira: “vació las reservas internacionales”. Ahora bien, un análisis del comportamiento de la RILD (Reserva Monetaria de Libre Disponibilidad) demuestra que siempre mantuvo saldos positivos y un promedio cercano al 3% del PIB para el periodo 2007-2017; es decir, nunca hubo tal “vaciamiento” de la RILD. Además la RILD, en contextos de dolarización, no cumple ninguna función macroeconómica. En otras palabras: A. De la Torre, le miente al lector.
Los argumentos ideológicos y falaces abundan: el anterior gobierno “dejó un nivel de gasto insostenible”, escribe De la Torre. El adjetivo es hiperbólico y no tiene nada que ver con la realidad, porque en términos de política fiscal, por definición, todo gasto público siempre es sostenible en el tiempo. Justamente para asegurar la sostenibilidad del gasto público en el tiempo, está el recurso del déficit fiscal. En efecto, cuando el gasto excede al ingreso fiscal, todos los gobiernos del mundo optan por financiarlo emitiendo deuda pública, y esa deuda, de hecho, es parte fundamental de todos los mercados de capital del mundo. Incluso cuando ese endeudamiento es mayor que el PIB, como lo demuestra el caso de EEUU y Japón.
Pero vamos a su segunda hipótesis, aquella de los efectos sobre la prima de riesgo.  De la Torre, asume como un hecho el incremento del déficit fiscal si se reduce el IVA (aunque el camino que lo llevó a esa conclusión no tiene nada que ver con la teoría sino con su propia ideología). Su razonamiento es que la ampliación del déficit fiscal elevaría la deuda pública y debilitaría las finanzas públicas. Cabe preguntarse: ¿en qué parte del mundo, en qué país, un gobierno que emite deuda pública debilita sus finanzas públicas? Si este razonamiento sería correcto, entonces ¿porqué no lo hizo cuando trabajó en EEUU?, y, en esas circunstancias, ¿por qué nunca criticó el déficit fiscal del gobierno norteamericano? 
A continuación añade De la Torre: “Ello incrementaría un riesgo de default”. Si un país tiene déficit fiscal y decide financiarlo con emisión de deuda, según la lógica de De la Torre ¿eso significaría que va a entrar en default? ¿Cuál es la relación entre el incremento de la deuda pública con el escenario del default? Entonces, todos los países que de un año al otro tienen que emitir un volumen mayor de deuda pública, según De la Torre ¿están en riesgo de default? 
Este “riesgo de default”, según De la Torre, “se traduciría en un aumento de la prima de riesgo soberano que elevaría la tasa de interés que el gobierno paga en sus bonos”. Ahora bien, el riesgo país medido por el indicador EMBI de J.P. Morgan, se valora por los “fundamentales”, de los cuales el déficit fiscal es solo una de sus variables. El riesgo país marca, efectivamente, la tasa de interés de los bonos emitidos por el gobierno y es referente (pero solo eso) del crédito privado. Vincular la reducción del IVA (que a la larga aumenta la recaudación) con el escenario de default de la deuda externa, y con los fundamentales del riesgo país, no es hacer ni siquiera mala economía, es burlarse del sentido común, es engañar al lector. Es pensar que hay un nivel tan bajo en el análisis económico que se puede decir cualquier cosa.
La tercera hipótesis de A. De la Torre, es tan descabellada como las otras dos. Asume de forma correcta una consecuencia de la función consumo cuando se reducen los impuestos al consumo: la presión sobre las importaciones y, por ende, sobre la balanza de pagos, pero lo que parece un retorno sobre la sensatez se convierte enseguida en otra boutade: “un recorte del IVA no mejoraría la competitividad externa de la producción nacional”, porque “no reduciría los costos para el productor”, y volvería más baratos tanto los productos nacionales cuanto los que se exportan (transables dirá la teoría económica). 
El IVA “no aumenta los costos para el productor” escribe De la Torre. Ahora bien, una empresa promedio, en el Ecuador, se ve confrontada, en general, a los siguientes pagos: repuestos automotrices (llantas, baterías, aceites lubricantes), combustibles (diesel o gasolina), materiales de construcción, servicios bancarios, servicios de telecomunicaciones, conectividad, etc., todos ellos pagan IVA, y todos ellos forman parte de la función de costos de producción y, por tanto, del precio final al consumidor. Cabe preguntarse: ¿en qué mundo vive De la Torre? Definitivamente, no es en el mundo real de la producción y de los trabajadores. Empero, según De la Torre, la forma correcta de mejorar la competitividad externa es reduciendo el pago del impuesto a la renta de los empresarios. Pero el pago de ese impuesto no forma parte de la estructura de precios de la empresa, por lo tanto de la competitividad, sino de los ingresos de los empresarios. No se entiende cómo engrosar la chequera de los empresarios conduce a incrementos de competitividad en la producción. Es la lógica de Pangloss elevada al súmmun.
De la Torre concluye su texto con una apelación al FMI: “lo que la economía ecuatoriana requiere en la coyuntura actual para crecer no es un estímulo al consumo sino un respiro en la balanza de pagos (a través del acuerdo financiero con el Fondo Monetario Internacional)”. Es curiosa esa apelación porque el FMI no es una ONG, es una Institución Financiera que presta dinero, establece condicionalidades y cobra intereses. Al FMI hay que pagarle tarde o temprano y hay que cumplir con sus condicionalidades, caso contrario el acuerdo se rompe.  
Al tenor de su recomendación de ir al FMI, De la Torre recita el credo neoliberal al que conoce de memoria: flexibilización de los mercados de trabajo (es decir, precarización laboral), reducción del gasto público, privatización de la infraestructura pública, desregulación, liberalización de la balanza de capitales. En fin, aquello que conocíamos en los años noventa del siglo pasado como el Consenso de Washington. Como afirma el Eclesiastés: nada nuevo bajo el sol.
Mentiras, manipulaciones, verdades a medias, argumentos falaces, desconocimiento de conceptos fundamentales, apelaciones al FMI como último recurso, se trata de un repertorio que, a decir verdad, no sorprende de los neoliberales. Siempre lo han hecho. Siempre han sido los sicofantes del poder.
Alguna vez, y siguiendo a Umberto Eco, nos divertíamos de los contenidos que podría tener una Facultad de Banalidad Comparada, en donde se enseñe materias de trivialidad absoluta como la pentadología felina, que es el arte de encontrar la quinta pata a un gato. Quizá, sin proponernos, hemos encontrado ya a uno de sus futuros profesores insignes: Augusto De la Torre.

Bibliografía

Duesenberry, J. (1974). Las relaciones entre la renta y el consumo y sus implicaciones. En M. Mueller, Lecturas de Macroeconomía(págs. 63-80). México: Compañía Editorial Continental.
De la Torre, A. (14 de abril de 2019). Reducir el IVA es acentuar el estancamiento económico. El Comercio, pág. 1.





jueves, 4 de abril de 2019

Una respuesta (no necesaria) a José Hidalgo Pallares Portal electrónico 4Pelagatos

Una respuesta (no necesaria) a José Hidalgo Pallares
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Pablo Dávalos

Una de las escenas más conmovedoras de Cien Años de Soledad es cuando Melquíades llega a Macondo y lo encuentra sumido en la peste del olvido. Luego de un largo periodo de insomnio, y cuando empezaron a constatar que ello los estaba llevando a perder la memoria, a José Aureliano Buendía se le ocurrió el recurso simple pero ingenuo de poner letreros a las cosas: “Esta es la vaca …”
Hay veces en las que me siento como José Aureliano Buendía. Para combatir el olvido, recurro a poner letreros a la realidad, como un tweet, o un post: “En 1999 tuvimos una crisis económica provocada por los neoliberales y el FMI…”.Y, efectivamente, la crisis de 1999 nos golpeó, como lo describiría uno de los más grandes poetas, con una fuerza “como del odio de Dios”. 
En retrospectiva, sabemos ahora que la crisis de 1999 se pudo haber evitado. Sabemos que su origen está justamente en aquello que hoy retorna al debate: la Carta de Intención con el FMI.  En efecto, en 1994 Alberto Dahik suscribió la Carta de Intención que nos llevó de forma directa a la crisis de 1999. 
En ese entonces, las voces disonantes contra el discurso neoliberal eran relativamente escasas. Pero los tiempos cambian. La sociedad ecuatoriana, luego de la crisis de 1999, sabe que el discurso del poder enmascara la realidad con sus propias prerrogativas. La sociedad es menos ingenua y más suspicaz. 
Sabemos ahora que el FMI representa al poder del capital financiero global y de la geopolítica de Estados Unidos. Sabemos que al FMI no le interesa en absoluto la recuperación económica de ningún país del mundo y que sus recetas son el camino más rápido al abismo. El registro que lo certifica es numeroso. Las voces autorizadas que lo critican también.
En mi libro más reciente, El Recurso de Tiresias, trato de comprender la forma por la cual el discurso económico del neoliberalismo crea una teoría de forma independiente y contrapuesta a la realidad. Siempre me he preguntado por ese trasfondo subjetivo que atraviesa y constituye a los economistas neoliberales y que los inmuniza contra la sociedad, contra la realidad, contra la ética y contra la justicia.
Los conceptos del neoliberalismo son conceptos tautológicos. No son conceptos científicos. El discurso económico neoliberal no trabaja con hipótesis, sino con verdades y las considera como la estructura misma de la realidad y, en ese sentido, hacen metafísica, porque otorgan un sustento ontológico a sus propias prescripciones. Todos aquellos que los cuestionan son susceptibles del anatema y son acusados de herejía y condenados al olvido o la exclusión. Si estuviésemos en la Edad Media, ellos serían los celosos guardianes del dogma y tendrían siempre listas las hogueras.
En El Recurso de Tiresiasdenomino “onto-teología política del capital” a este proceso por el cual los conceptos creados por el neoliberalismo se convierten en verdades teológicas imposibles de discutir. Para ellos, todos los que pensamos diferente, mentimos.
Pero hay una diferencia sustantiva entre los teóricos del neoliberalismo y nuestros neoliberales criollos. Los primeros, aunque hagan metafísica, de alguna manera realizan un esfuerzo teórico para legitimar y justificar sus prescripciones discursivas. Nuestros liberales criollos no llegan a tanto. Se parapetan en la contabilidad y manipulan las cifras de acuerdo a su propio canon de interpretación. Si fuesen más cultos se darían cuenta que aquello que hacen con las cifras es solo hermenéutica y, como sabemos, la hermenéutica es infinita. 
Pero no hay que presionarles demasiado, después de todo, son apenas turiferarios del poder. Su lógica de Tartufo se inscribe dentro de las coordenadas prescritas por ese poder. Más allá de eso se pierden en los laberintos de las complejidades de un mundo que los rebasa y al que rehúsan comprender.
Pero hay que decirlo con todas las letras: aquello que está en juego con la Carta de Intención con el FMI suscrita por el gobierno de Lenin Moreno en marzo del año 2019,  no tiene nada que ver con una cifra más o una cifra menos, o con la corrección de un supuesto desequilibrio fiscal. Está en juego la privatización de la infraestructura pública, un proceso avalado por el FMI y que de darse significaría una transferencia a manos privadas de más de 50 mil millones de dólares. Quizá el atraco más grande a los fondos públicos desde el retorno a la democracia. Está en juego la pretensión de las cámaras empresariales del país de explotar a los trabajadores a través de la flexibilización laboral. Está en juego la desinstitucionalización del Estado y el retorno al poder político de los grandes grupos empresariales. Y también está en juego la pervivencia de un esquema monetario sustentado en la dolarización de la economía.
Todos los economistas del Foro de Economía Alternativa y Heterodoxa coinciden unánimemente que esta Carta de Intención con el FMI, induce a la crisis, provoca desempleo, incrementa la pobreza, concentra el ingreso, desmantela al Estado, afecta derechos fundamentales y crea conflicto social. 
Siguiendo al filósofo alemán G.F. Hegel, Marx decía en el 18 Brumario que la historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Evitemos que la historia, esta vez, se repita como farsa.