Los negocios privados de Guillermo Lasso
Los negocios privados de Guillermo Lasso
Pablo Dávalos A.
La política, desde el punto de vista de los bancos y los banqueros, siempre es un negocio rentable. Permite ampliar los márgenes de acción y los grados de libertad del capital bancario que, en otras circunstancias, habrían sido difíciles de conseguir. Gracias a su participación en dos procesos electorales consecutivos como candidato a la Presidencia de la República del Ecuador, y con su propio partido político (CREO), el banquero Guillermo Lasso ha logrado, entre otros aspectos, ganar capital político y ponerlo en servicio del capital bancario al cual, obviamente, representa.
Pero toda actividad financiera y bancaria siempre tiene un anclaje territorial y una visión global. Por su propio nombre, el Banco de Guayaquil tiene presencia y anclaje en esta ciudad y es de los pocos bancos que sobrevivieron a la crisis bancaria y financiera de 1999-2000; además, es el espacio financiero al que, de grado o por fuerza, tiene que converger la actividad empresarial de la segunda ciudad más importante del Ecuador.
No obstante, ese espacio empresarial y económico no es homogéneo y no permite concentrar los niveles de capital (político y económico) que Lasso desearía. En esta ciudad, este banquero disputa la hegemonía política con un partido de larga data y que ha manejado por más de dos décadas la alcaldía: el partido social cristiano.
Mas, para Lasso no se trata de una disputa por la hegemonía política sino por los márgenes de acción y de concentración de capital en una ciudad dominada por una visión mercantil del mundo.
El ideal de Lasso sería lograr la suficiente fuerza de gravedad a través de su banco para atraer a su órbita a los grupos de poder de la ciudad de Guayaquil y, por qué no, del país; y, de esa manera, plegarlos a su proyecto político.
Pero su banco aún no tiene la fuerza suficiente para lograrlo. Maneja el 10,65% de los activos, 10,67% de los pasivos, 10,29% del patrimonio, 9,45% de las inversiones y 10,17% de las ganancias del sector. Está bastante lejos del Banco del Pichincha, el banco más importante de país, cuyo anclaje está en la sierra y en la ciudad de Quito, y posee el 26% de los activos, el 26,1% de los pasivos, el 25,5% del patrimonio, el 23,8% de las inversiones y el 20,6% de las ganancias del sector.
Empero, Lasso sabe que el tablero de la economía se juega con fichas políticas. El espacio y el poder que le faltan a su banco y a sus pretensiones de hegemonía puede dárselo la política y, precisamente por ello, ha utilizado su capital político para acercarse al gobierno de Lenin Moreno, rodearlo y tratar de utilizarlo en su propio beneficio.
Lasso sabe que el Presidente Lenin Moreno necesita capital político para resolver la transición y la finalización del ciclo político que empezó en el año 2007, y que ese capital político solo puede provenir de las elites empresariales y bancario-financieras y de sus partidos políticos afines. Y ahí juega sus bazas.
Lasso sabe bien que la agenda empresarial pasa por la flexibilización laboral, la reducción de la capacidad regulatoria del Estado y la privatización, y es ahí en donde apuesta sus fichas, porque es una agenda que provoca y convoca convergencias de estos grupos empresariales.
En efecto, gracias a la presión de estos gremios empresariales, se creó un cerco político al Presidente Moreno que lo aisló y enajenó de sus bases sociales originales y se pudo orillarlo hacia una negociación con el FMI y las posiciones geoestratégicas de Estados Unidos.
Ahora bien, aquello que está en juego en esa negociación con el FMI nada tiene que ver ni con la situación fiscal del presupuesto ni con la actividad económica del país. De hecho, no existirían causales macroeconómicas que avalen el acuerdo con el FMI, porque la situación económica no lo amerita. Ese acuerdo es, básicamente, una jugada política de las elites empresariales.
Efectivamente, el FMI apertura un espacio que era difícil abrirlo por sí mismo para estas elites por el alto costo político que implica: la desregulación, la flexibilización, la liberalización, pero sobre todo, la privatización.
De toda esta agenda empresarial y de todos los intereses que están en disputa, al parecer Lasso apunta de forma directa a la privatización del Banco del Pacífico, un banco de propiedad estatal y bajo administración privada y que se crea a partir de la crisis y posterior quiebra del Banco Continental y la absorción del Banco del Pacífico.
El Banco del Pacífico es, de hecho, el segundo banco más importante del Ecuador. Maneja el 13,75% de los activos, 14,98% del patrimonio, 15,36% de las inversiones, 14,28% de la cartera bruta, 14,75% del capital y reservas, y 17,67% de las ganancias del sector. El Banco de Pacífico tiene activos por 5.770,7 millones de dólares (frente a los 4.565,6 millones de USD del Banco de Guayaquil), y un patrimonio neto de 666,7 millones de USD (frente a los 458,3 millones de USD del Banco de Guayaquil), pero el gobierno de Lenin Moreno, con apoyo del FMI, planea concesionarlo por alrededor de 700 millones de dólares.
Para Lasso participar con éxito en la privatización del Banco del Pacífico puede resultar una tarea difícil sin los apoyos políticos adecuados. Se trata del segundo banco más grande del país y con una clientela cautiva: aquella relacionada con el Estado. Por ello, y de forma hábil y paciente, Lasso ha construido los puentes necesarios para cruzarlos.
Uno de ellos es el reciente aval del gobierno nacional para un crédito de 50 millones de USD del BID para el Banco de Guayaquil. Más que el crédito, que en realidad no representa un monto tan importante para Lasso, es el acercamiento y el aval de las instituciones multilaterales de crédito que este momento están apoyando de forma unánime al gobierno de Moreno y son, de hecho, su soporte político fundamental.
Lasso consiguió algo más de 50 millones de USD en esta negociación con el BID, consiguió capital político para su siguiente jugada: participar con ventaja en la concesión del Banco del Pacífico. Si Lasso logra absorber al Banco del Pacífico por vía de su privatización (o concesión), sumaría una cartera a su propio banco que lo proyectaría de tal manera que lo convertiría en el segundo banco privado más importante del país.
En efecto, la adquisición del Banco del Pacífico, implicaría que el Banco de Guayaquil, ceteris paribus, tenga acceso al 24% de los activos, 25% del patrimonio, 25% de las inversiones, 24% de la cartera bruta, 26% del capital y reservas, y 30% de las ganancias de todo el sector. Si a eso sumamos el capital político de Lasso (que no lo tiene su rival en el ámbito bancario, Fidel Egas, principal del Banco del Pichincha, y del Banco Diners), estaríamos ante la presencia de una reconfiguración importante del mapa del poder político y económico en el Ecuador.
En consecuencia, aquello que está detrás de la suscripción de la Carta de Intención con el FMI, no solo es una cuestión de macroeconomía sino de economía política. La Carta de Intención con el FMI permite la reconfiguración del mapa del poder de las élites empresariales y crea las condiciones de posibilidad para la emergencia de un nuevo núcleo de poder y hegemonía política y económica alrededor de la figura de Guillermo Lasso. En esta coyuntura, el gobierno de Lenin Moreno, es apenas una circunstancia.