¿Por qué se pierden los indígenas en el laberinto del liberalismo?
¿Por qué se pierden los indígenas en el laberinto del liberalismo?
Pablo Dávalos
¿Por qué se pierden los indígenas en el laberinto liberal? ¿Cuál es ese hilo de Ariadna que olvidan llevar consigo cuando ingresan a este laberinto? En la coyuntura de 2019-2021, el movimiento indígena llegó a sus cotas más altas dentro del sistema político ecuatoriano. De las cinco funciones del Estado, habían logrado captar dos de ellas: la Presidencia de la Asamblea Nacional, y la Presidencia de la función electoral (CNE).
Con respecto a la Presidencia de la República, su candidato, Yaku Pérez, casi llega a diputar el balotaje, quedó por fuera por apenas centésimas. En esas elecciones generales a inicios del año 2021, el movimiento Pachakutik, además, captó casi el 20% de la representación parlamentaria. En las elecciones pasadas del año 2019, fue el tercer movimiento a nivel nacional con el mayor número de gobiernos autónomos descentralizados bajo su mando.
En las movilizaciones sociales de octubre del año 2019, fueron los dirigentes de la CONAIE quienes lideraron esas propuestas y asumieron una legítima representación nacional en su encuentro con las autoridades del Estado ecuatoriano y lograron derrotar el acuerdo de crédito suscrito por el gobierno de ese entonces con el FMI (algo que otros partidos, de izquierda o derecha no perdonan).
Es decir, se habían constituido en el referente más importante de la izquierda y de la resistencia social al neoliberalismo. No solo eso, sino que habían logrado desplazar a la formación política hasta ese entonces más hegemónica de la izquierda ecuatoriana y que se había auto designado como “progresista” y representada por el proceso de la “Revolución Ciudadana” del ex Presidente Rafael Correa.
Su trayectoria de ese periodo apuntaba a que el movimiento indígena se convertiría en la opción política con mayores posibilidades de captar la Presidencia de la República para las siguientes elecciones y de consolidar su presencia en los territorios.
Pero a fines del año 2021, contra todo pronóstico, empieza su derrumbe. Es tan fuerte esa caída que la posibilidad que sean una alternativa real de poder a mediano plazo parece esfumarse al menos por ahora.
¿Por qué sucedió eso? ¿Por qué el movimiento indígena no pudo comprenderse a sí mismo y a su tiempo histórico en esa coyuntura? Tenía todo para ser todo, pero decidió amputarse su propias posibilidades. La sociedad ecuatoriana les había otorgado una confianza como pocas veces y había votado por sus candidatos y también se había movilizado bajo su liderazgo.
Pero en el periodo de apenas siete meses desde mayo a diciembre de 2021, su presencia en la Asamblea Nacional, en vez de fortalecerlos y presentarlos como una opción de recambio político, más bien se ha vuelto en su contra y elimina ese horizonte estratégico de ser el recambio político del país.
Esta situación se puede explicar por una serie de procesos que deben ser analizados objetivamente: para empezar está la Presidencia de la Asamblea Nacional que recayó en una experimentada política del movimiento Pachakutik, Guadalupe LLori, quien había sido autoridad local en su provincia natal de la Amazonía ecuatoriana (la Provincia de Orellana). Llori había sido perseguida por el gobierno de Rafael Correa y tenía el apoyo total de su partido Pachakutik al momento de definir una alianza con otros bloques parlamentarios, entre ellos el pequeño bloque de asambleístas del gobierno de Guillermo Lasso, para votar por ella para la Presidencia de la Asamblea Nacional.
Ahora bien, la Presidencia de la legislatura es, sin duda, uno de los espacios políticos más potentes a los que puede aspirar un partido político, incluso en un régimen presidencialista.
En un ambiente en el cual el margen del partido de gobierno era muy estrecho habida cuenta que no contaba con los votos para hacer mayoría en el legislativo, la presidencia del Parlamento significaba convertirse, de hecho, en el fiel de la balanza del poder; es decir, había la capacidad de trasladar la agenda de las decisiones y definiciones políticas desde el Ejecutivo hacia el legislativo, y convertir a la Asamblea nacional en el centro del debate político nacional. Así, el filtro de todo debate podía haber pasado por la Presidencia de la Asamblea Nacional.
Cualquier partido político, con el manejo de la Presidencia del Parlamento, puede proyectarse no solo dentro del sistema político sino hacia toda la sociedad y construir, desde esa proyección, su camino hacia el poder. Es decir, demostrar que hay un proyecto político y económico de país que puede convertirse en alternativa a lo que la sociedad vive esos momentos.
No solo eso, sino que el contexto era altamente favorable para la oposición política al gobierno conservador y neoliberal de Guillermo Lasso. Las filtraciones del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés), denominados Pandora Papers, habían demostrado que el Presidente del Ecuador, Guillermo Lasso es dueño de varios fideicomisos en paraísos fiscales. Las leyes determinan que si un candidato tiene relación directa con inversiones en paraísos fiscales no puede ser candidato y, de hacerlo y de ganar, debería ser destituido Así, la destitución de Lasso, por incumplimiento de la ley, era solo una cuestión administrativa para la Asamblea Nacional y con ello empezaba un nuevo ciclo político, en el cual Pachakutik habría sido la opción más potente.
Sin embargo, la presencia de Guadalupe Llori al frente de la legislatura ecuatoriana, demuestra las debilidades orgánicas del movimiento indígena. En vez de convertirse en el fiel de la balanza del poder, y proyectar a su movimiento político como la alternativa del recambio en el poder, decidió convertirse en un engranaje más de un gobierno de derechas, neoliberal y conservador.
En todo el año 2021, la Presidenta de la Asamblea Nacional del Ecuador, Guadalupe Llori, nunca realizó un solo pronunciamiento político de importancia y que forme parte del debate político nacional. Nunca marcó la agenda de la política nacional. Nunca se convirtió en el fiel de la balanza del poder. Nunca orientó a la sociedad hacia un horizonte diferente de aquel que fue propuesto directamente por el presidente de la República. Nunca pudo crear un espacio político propio, a pesar de tener todas las posibilidades para hacerlo.
Más bien buscó convertirse en el engranaje necesario para asegurar la gobernabilidad para un partido y un gobierno que representaba todo lo contrario a su proyecto político. Por eso, se dedicó más bien a ser una funcionaria administrativa de la, teóricamente al menos, función más importante del Estado ecuatoriano, la legislatura. De esta manera, resignó la posibilidad de definir la agenda y el debate político nacional, en contextos dramáticos marcados por la pandemia, los acuerdos con el FMI, la crisis carcelaria, el desempleo y la pobreza, la corrupción, entre otros aspectos.
Ahora bien, si la Presidenta de la Asamblea Nacional del Ecuador, al parecer, no quería asumir una posición más activa, protagónica y determinante en el debate político nacional, y había optado por limitarse a un rol puramente administrativo, debería tener a su partido político, en este caso el movimiento Pachakutik, como un relevo y como un apoyo que le permita suplir estas falencias, porque no se trata de ceder en temas tan importantes como la agenda de la política nacional y sus contenidos, al menos en un contexto de disputas políticas, cuando se tienen las riendas de la función más importante del Estado.
Ahí, el movimiento Pachakutik debía poner a sus mejores cuadros y sus mejores técnicos para suplir cualquier falencia y dar el peso necesario al legislativo como eje del debate político nacional. Sin embargo, el movimiento Pachakutik decidió desprenderse de cualquier responsabilidad con respecto a la gestión de la presidencia de la Asamblea Nacional y creó un vacío político alrededor de ella.
Como si se hubiese tratado solo de una especie de comisión de servicios administrativos, dejó el espacio más importante que había logrado capturar en su historia política a la deriva. No se preocupó en lo más mínimo de darle contenidos, propuestas y un horizonte que le permita a mediano plazo generar un efecto demostración de su proyecto político a la sociedad. Así, sin que se sepa exactamente porqué, decidió desperdiciar una oportunidad histórica que pocas veces puede suceder en la vida política de un partido o movimiento.
De otra parte, el movimiento Pachakutik decidió entregar la conducción de su bloque de asambleístas al Asambleísta por la provincia de Chimborazo, Rafael Lucero. Ahora bien, en vez de cohesionar a su propio bloque y convertirlo en un espacio crítico, propositivo, potente a la hora de definir el debate político, la coordinación del bloque más bien lo fracturó, lo dividió y lo enfrentó contra sí mismo. Como si se hubiese tratado de una quinta columna, la coordinación parlamentaria del movimiento Pachakutik optó por la autodestrucción.
Su principal tarea fue ofertar la capacidad política del bloque de asambleístas a las subastas del poder. Como coordinador de bloque legislativo del movimiento Pachakutik nunca defendió las líneas ideológicas de su movimiento, y posibilitó que el movimiento, más bien, trastabille en un contexto en el que tenía todo a su favor. Así, nunca fue coherente para impedir, por ejemplo, el juicio político al Defensor del Pueblo, un juicio político que iba directamente en su contra, porque impediría los juicios por lesa humanidad a los responsables de la represión y la violencia contra el pueblo durante las movilizaciones de octubre de 2019. El movimiento Pachakutik, en esa oportunidad votó contra sí mismo. Se amputó un espacio que lo había ganado en las luchas populares. Y luego siguieron un conjunto de decisiones que demostraban que no existía coherencia alguna en la dirección política de este bloque de legisladores.
En efecto, como jefe de bloque, el Asambleísta Lucero, tampoco pudo conseguir un mínimo de coherencia cuando los asambleístas del movimiento Pachakutik ni siquiera respaldaron el informe de la Comisión de Garantías Constitucionales a propósito de las filtraciones de los Pandora Papers y que definían responsabilidades específicas del Presidente Guillermo Lasso al respecto, y elaborado por un asambleísta del propio movimiento Pachakutik; más bien votaron, sin que nunca lo hayan explicado, por exculpar al gobierno.
Esa votación equivalía, en realidad, a un suicidio político y demostraba que el bloque de legisladores de Pachakutik nunca pudieron articular una agenda legislativa que implique un horizonte de mediano plazo en el cual el movimiento indígena pueda ser el relevo del poder en el Ecuador. Tenían todas las posibilidades de acotar el margen de maniobra del gobierno de Guillermo Lasso e, incluso, podían destituirlo y convertirse en la opción más obvia para el recambio del poder. Pero, más bien, acordaron votar a favor del gobierno de Guillermo Lasso. Con esa decisión demostraron su voluntad política de integrarse de una forma u otra al poder ejecutivo y, en definitiva, a su proyecto neoliberal.
Por ello, la acusación que hace una fracción de asambleístas con respecto a su coordinador de bloque, de solamente servir para subastar los votos del movimiento Pachakutik, cobra visos de realidad.
Puede apreciarse, por tanto, que el movimiento Pachakutik ha resignado la posibilidad de discutir y posicionar una agenda política propia y, de esa manera, ha renunciado a convertirse en una opción real de recambio político al mediano y largo plazo. En otras palabras, es un movimiento que escogió por hacerse un harakiri político.
Sin embargo, al empezar a orbitar alrededor del poder ejecutivo, pierden legitimidad ante sus electores y, por supuesto también ante la sociedad, porque la población sufre directamente los golpes que implican las políticas de ajuste neoliberal, la pobreza, el desempleo, la desinstitucionalización del Estado, entre otros aspectos, y el movimiento Pachakutik no puede decir ahora que representa o que lucha por los intereses de esa sociedad, cuando es evidente que decidió plegarse al gobierno neoliberal de Lasso.
Es precisamente por ello, que un pequeño número de asambleístas del movimiento Pachakutik decidieron, a mediados del mes de diciembre de 2021, rebelarse contra la integración de su movimiento a las fuerza gravitatoria del poder, pero lo hicieron sin recuperar la posibilidad de definir la agenda política nacional, es decir, lo hicieron como un acto desesperado sin ninguna consistencia política, sin ninguna relevancia de fondo. Ese acto solo mostró las fracturas que amenazan por desgarrar internamente a este movimiento político.
Las debilidades del movimiento Pachakutik se trasladan también a su entramado organizativo, sobre todo la CONAIE. Esta organización social está en pleno proceso de aglutinar fuerzas sociales a partir del denominado Parlamento de los Pueblos, cuya conformación se dio en las movilizaciones de octubre de 2019.
Con ese proceso de convergencia de organizaciones sociales, el movimiento indígena pretende acumular fuerza política para movilizarse en contra de la política económica del régimen en los primeros meses del año 2022. Empero, parten desde una posición de debilidad política, porque la sociedad va a reclamar, y con justa razón además, sobre el rol jugado por los legisladores de Pachakutik en la generación de las mismas condiciones sociales por las cuales la organización indígena ha decidido movilizarse para rechazarlas.
Es decir, la pérdida de legitimidad de su bloque parlamentario puede convertirse en un obstáculo para sus propias posibilidades de movilización y resistencia al programa neoliberal puesto en marcha por el gobierno de Guillermo Lasso.
Como puede verse, la debilidad del movimiento Pachakutik, en la dialéctica del poder, implica el fortalecimiento del gobierno del banquero Guillermo Lasso. Mientras que el gobierno se fortalece, las organizaciones políticas de izquierda (que esta vez también incluye a la Revolución Ciudadana), se debilitan y se fragmentan.
¿Por qué el movimiento indígena a través de Pachakutik decidió suicidarse políticamente? ¿Por qué perdieron la brújula política justamente cuando más la necesitaban? Si tenían todo a su favor y estaban a un pequeño paso de ser el primer gobierno indígena en la historia del país, ¿por qué renunciaron a esa posibilidad? Si pudieron resistir todo el ciclo político 2007-2017 de la Revolución Ciudadana y que fue muy agresivo en su contra, ¿por qué se derrumbaron en tan pocos meses en el año 2021?
Existirían, al menos, dos hipótesis. La primera tiene relación con la incapacidad de salir de la polarización de la política nacional realizada desde la derecha ecuatoriana y que ponía el conflicto en términos de correísmo (los partidarios y militantes del movimiento del ex Presidente Rafael Correa) y el anticorreísmo. En vez de abrir el espacio de la política por fuera de esa polarización, los legisladores del movimiento Pachakutik más bien se sumergieron en el centro de esa polarización, en la cual solo podían perder posiciones como efectivamente sucedió. Para demostrar su “anticorreísmo” decidieron convertirse en alfiles de las jugadas del poder y empezaron un comportamiento político a espaldas de sus propios electores, de sus propios principios y de su propio horizonte político. Todas sus votaciones demuestran que “por no hacer el juego al correísmo”, terminaron por jugar en el tablero del poder.
Otra hipótesis tiene que ver con la pérdida de eslabones o de conexiones entre la representación política (Pachakutik) y la organización social (CONAIE), lo que conlleva a la debilidad ideológica de la representación política. De lo que puede apreciarse, esta representación parlamentaria de Pachakutik tiene poco que ver con la estructura organizativa de la CONAIE y los movimientos sociales. Los pocos asambleístas que se han mantenido fieles y leales al proyecto político del movimiento indígena, son aquellos que provienen directamente los procesos de movilización social y de estructuras organizativas consolidadas.
La mayoría de asambleístas que conforman el movimiento Pachakutik no pertenecen a ningún proceso de movilización social y dan cuenta, más bien, de la improvisación, el oportunismo y la falta de proyecto político a largo plazo de los dirigentes locales y nacionales del movimiento Pachakutik. Su llegada al movimiento se debió a las contingencias del momento político, y justo por ello su relación con el movimiento Pachakutik expresa esa contingencia. Están ahí de paso, y tratan de aprovechar la conjunción de planetas que los pusieron en un sitio que, en otras circunstancias, jamás habrían siquiera soñado en llegar.
Quieren aprovechar de su fugaz paso por el sistema político porque saben que es ahora o nunca. Están prestos a negociar posiciones de poder dentro de una perspectiva más personal, y no les interesa en absoluto el proyecto político de largo plazo del movimiento indígena. Puede ser que su decisión de apartarse del movimiento Pachakutik y aliarse al gobierno, provoque resentimientos o malestar, pero piensan, ingenuamente además, que si negocian de forma oportuna con el gobierno, pueden asegurarse cierto reconocimiento territorial que garantice su retorno al sistema político aunque sea por fuera del movimiento Pachakutik. Son, además, extremadamente barrocos en su ideología y creen que el poder está en las formas y no en sus contenidos.
Para ellos, en efecto, la forma imposta al contenido. Creen que tiene poder por el hecho que están dentro de los cálculos del ajedrez político del gobierno y negocian parcelas minúsculas de ese poder. Pero en su imaginario, el hecho de incidir y ser parte de la trama política de la coyuntura, se convierte en una oportunidad que nunca estuvo al alcance de su mano como en esta oportunidad. Su barroquismo les impide comprender que el poder no está en las formas sino en los contenidos de su ejercicio.
De otra parte, es evidente que la mayor organización del movimiento indígena, la CONAIE, no tuvo la oportunidad de ejercer un rol de control político sobre su propia estructura partidista, de tal manera que el amplio margen de maniobra y la gran capacidad discrecional de los dirigentes del movimiento Pachakutik obedecen a su forma de cortar amarras con su propio entramado organizativo.
No obstante, hay que decirlo: si la sociedad ecuatoriana respaldó electoralmente al movimiento Pachakutik en el año 2021 fue por el reconocimiento por sus luchas sociales, sobre todo aquella de octubre de 2019. Ninguno de los representantes del movimiento político Pachakutik en la Asamblea Nacional tiene capital político por sí mismo que justifique su presencia en la legislatura. Su presencia ahí se debe a procesos históricos de resistencia y movilización social.
Pero la sociedad no es responsable de las fallas en la formación ideológica de los cuadros y de los militantes del movimiento Pachakutik. Por eso ahora la sociedad duda seriamente de la consistencia política de este movimiento y ello le quita la posibilidad de ser una opción de poder al mediano y largo plazo.
La organización social CONAIE, tendrá que bregar duro para recuperar su legitimidad e incidir dentro de su organización política Pachakutik para redireccionarla dentro de su proyecto político. Este proceso implica la fragmentación de su representación electoral pero es el costo que tiene que asumir por los errores cometidos. La CONAIE debe comprender también que ha fallado en la formación de sus cuadros para la representación al sistema político. Que pocos de ellos conjugan con precisión lo que el movimiento indígena pretende con el Estado Plurinacional. Si bien sus estructuras organizativas están sólidas y con una gran capacidad de movilización, también es cierto que sus procesos de educación, formación política y control político adolecen de fallas, sobre todo en los espacios de representación política.
Esas fallas han significado que se pierda una oportunidad única en la historia. Será difícil que a futuro la sociedad suscriba de manera tan incondicional con un movimiento político como Pachakutik, como lo hizo en la coyuntura electoral del año 2021. Se han perdido espacios claves en el imaginario social que han posibilitado la recrudescencia del racismo y la colonialidad del poder. Las futuras movilizaciones indígenas tienen que empezar por depurar su propio espacio político para ser legítimas ante la sociedad y mantener su capacidad de convocatoria. Está en juego frenar la deriva más autoritaria y corrupta del neoliberalismo, y la reserva moral del Ecuador para impedirlo es la CONAIE, pero esta organización corre el riesgo de asumir un costo político por haber permitido que uno de sus espacios más estratégicos, como es el movimiento Pachakutik, leve anclas de su proyecto histórico.