Riesgos de crisis en la economía ecuatoriana
Boletín ICCI
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Año 3, No. 21, diciembre del 2000
Riesgos de crisis en la economía ecuatoriana
Pablo Dávalos
De las economías de relativa importancia en América Latina, el Ecuador ha sido el único país que ha expresado de manera explícita su compromiso de pertenecer al área dólar, bajo un esquema de pérdida completa de soberanía monetaria y de adscripción con todo tipo de concesiones a la política exterior de los Estados Unidos de América. Habría que añadir también la propuesta del gobierno de El Salvador de dolarizar su economía al estilo del Ecuador.
La decisión de dolarizar la economía ecuatoriana significa un gran triunfo político para los Estados Unidos y la consolidación de una iniciativa que pone a América Latina bajo el dominio directo del dólar americano. A la decisión ecuatoriana habría que incorporar también la convertibilidad argentina. Empero de ello, cuáles son los argumentos que sustentan las propuestas de dolarizar o de tener una caja de conversión fija? Porqué los denominados agentes económicos aceptan este tipo de medidas sin que medien procesos de resistencia o de oposición a estas medidas? Porqué ha calado tan hondo la idea y la propuesta de dolarizar las economías?
Tanto la dolarización cuanto la convertibilidad son esquemas que en economía se conocen con el nombre de tipos de cambio fijos. Su pertinencia en el debate político y económico de latinoamérica se hizo más acuciante ante el fracaso de las medidas de ajuste estructural y estabilización macroeconómica preconizadas desde inicios de los años ochenta, por las multilaterales de crédito, en especial el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Banco Interamericano para el desarrollo (BID), entre las más importantes.
En efecto, mientras más se "ajustaban" las economías al tenor de las recomendaciones del FMI, más aguda se volvía la crisis, más vulnerable se demostraba el aparato productivo interno frente a los shocks externos, más profunda se volvía la recesión, y más rápidamente se extendía la pobreza. El razonamiento del FMI se basaba en una lógica de tienda de esquina: si los egresos son mayores que los ingresos, entonces es necesario o bien aumentar los ingresos (generalmente vía impuestos regresivos), o bien disminuir los gastos (vía reducción del gasto en inversión, en salud, en educación, en bienestar social), o una mezcla de ambas cosas.
La situación se volvió así crítica para millones de personas que de repente vieron fragilizarse sus condiciones de vida y su situación laboral. Se generaba un ciclo perverso en el cual a medida que se profundizaba la crisis se adoptaban medidas de ajuste cada vez más drásticas que conllevaban a nuevas y más graves situaciones de crisis, fragilizando el tejido social, generando incertidumbres sobre la situación económica del corto plazo para millones de hogares, destruyendo el aparato productivo interno, provocando comportamientos especulativos en la población, desgastando las posibilidades de la política económica. Una situación que buscaba salidas políticas a través de los populismos de derecha, o de regímenes de facto. El ajuste económico se reforzaba de esta manera a partir de los mismos efectos negativos que generaba.
Por otro lado, las repercusiones de la crisis financiera internacional llegaban a los mercados internos por la vía de la pérdida del poder adquisitivo de la moneda nacional frente a las divisas extranjeras. Estas devaluaciones, que fueron altamente recomendadas por el FMI para promover las exportaciones, terminaron por erosionar la capacidad adquisitiva de los hogares, generando serias y soterradas resistencias a todo tipo de políticas que recomienden la devaluación del tipo de cambio doméstico.
Es justamente allí cuando desde el punto de vista del monetarismo se insinuó la posibilidad de que cambiando la moneda nacional por una divisa fuerte, en la ocurrencia el dólar americano, los problemas derivados de la moneda nacional, como la devaluación con la consiguiente inflación y aumento en las tasas de interés, podrían resolverse de una vez por todas.
Para el monetarismo, que es una versión del neoliberalismo imperante en la economía, la culpa de los males de un país los tiene su moneda. Si existe inflación, dicen los monetaristas del FMI, es porque los políticos han hecho funcionar la máquina de hacer billetes (emisión monetaria) de manera irresponsable, entonces es necesario quitarles esa atribución y con ello los problemas ligados a la moneda, como la inflación o las altas tasas de interés, desaparecerán.
Un razonamiento que a primera vista parece bastante efectivo, y precisamente por esa efectividad ha funcionado a nivel ideológico como argumento de peso para la dolarización. Empero de ello, las cosas no son tan simples como lo creen los monetaristas del FMI. Y la prueba concreta está en el caso ecuatoriano.
Efectivamente, el Ecuador se ha convertido en virtud de sus particulares condiciones sociales, políticas y económicas, en una especie de laboratorio en el cual pueden practicarse una serie de procesos sociales, que, de tener éxito, podrían luego replicarse en otros países o regiones.
Sucedió así cuando Ecuador no pudo pagar la deuda externa de los Bonos Brady. Entonces el FMI ideó una estrategia que serviría ante la eventualidad que un país grande o un conjunto de países entren en la misma situación de moratoria de la deuda externa. Esa estrategia apuntaba a medir la reacción de los mercados financieros de capitales ante dos escenarios, el primero es aquel por el cual un país deja de pagar los Bonos Brady, y el segundo es cuando ese país propone un esquema de renegociación de la deuda externa. La reacción de los mercados mundiales de capitales, podría ser medida a partir de su respuesta ante la situación ecuatoriana y en virtud de esta respuesta se podrían delinear estrategias que sirvan para momentos en los cuales las economías más grandes acudan al mismo proceso de renegociación.
De esta misma manera, el Ecuador sirve ahora de laboratorio de experimentación para controlar los efectos económicos, políticos, sociales y hasta simbólicos de la dolarización. Si el experimento ecuatoriano tiene éxito, entonces es bastante probable que la dolarización se inscriba con fuerza en el debate político y en el horizonte de acción al mediano plazo de los países latinoamericanos.
Pero una evaluación de tal experimento demuestra que el proceso de dolarización está provocando mayores problemas que aquellos que supuestamente iba a resolver. En efecto, se pensó que con la dolarización las tasas de inflación domésticas se pondrían al mediano plazo al mismo nivel que en los Estados Unidos, es decir, alrededor de un 4% anual. Este fue uno de los argumentos más utilizados para provocar adhesiones y legitimidades al proceso de dolarización. Un segundo argumento, asimismo utilizado de manera insistente, radicaba en la pretensión de que las altas tasas de interés vigentes descenderían al mismo nivel de aquellas de Estados Unidos, algo así como un 6% de tasa activa anual. Un tercer argumento insistía en el hecho de recuperar la capacidad adquisitiva de los salarios perdida a partir de las continuas devaluaciones. Y un cuarto argumento, señalaba en la desaparición de la incertidumbre provocada por la inestabilidad del tipo de cambio.
Respecto a los argumentos en contra no se dijo casi nada desde el discurso oficial, y sobre los riesgos que implicaba la dolarización casi no se habló en absoluto. Ahora bien, a casi un año de la imposición de la dolarización en Ecuador, qué resultados podemos evaluar? Qué consecuencias podemos deducir hasta ahora? Qué aspectos son los más importantes a reseñar? Ha tenido éxito la dolarización en Ecuador?
Los datos existentes a la fecha nos dicen que no. A casi un año de dolarizar al Ecuador, se puede constatar la existencia de algunos fenómenos importantes:
Primo: la inflación se disparó a partir de la imposición del esquema de dolarización. En efecto, en 1999, la media anual de inflación a diciembre de ese año estaba en el 43.4%, a la sazón la tasa de inflación más alta de toda América Latina. Una vez aprobado el esquema de dolarización al mes siguiente (enero del 2000), la tasa de inflación se incrementó súbitamente al 3,1% mensual, pasando a un acumulado del 60% anual, y para fines del año 2000, la inflación se situaba por encima del 100% anual, y amenaza en convertirse en inflación rampante previa a un proceso de hiperinflación. Esta situación es absolutamente inédita en el Ecuador, que ha tenido un promedio histórico en el último decenio de 30% de inflación acumulada anual.
Secondo: las tasas de interés expresadas en dólares se situaban en alrededor del 10% a diciembre de 1998. Si bien es cierto que la tasa de interés expresada en sucres llegó a un astronómico 280% con los intereses que pagaba el Estado por los bonos de estabilización monetaria al corto plazo, las transacciones hechas en dólares promediaban el 10% anual. Para enero del 2000, las tasas de interés suben al 15% anual, y cinco meses más tarde se situaban en alrededor del 20% anual. El mismo Banco Central habría de participar en el mercado financiero imponiendo un techo máximo para las tasas de interés activas en el 25% anual.
Tertio: El salario mínimo vital, a enero de 1998 se situaba en alrededor de 20 USD, para enero del 2000, el salario mínimo vital era de apenas 4 USD. El salario unificado, que integra a su interior varios componentes de compensación salarial, para enero de 1998 se situaba en alrededor de 163 USD, para enero de 1999 se situó en alrededor de 141 USD, y para enero del 2000, estuvo en 48 USD. En virtud del grave desajuste provocado a nivel salarial, el gobierno decidió a mediados del año 2000, incrementar el salario más los componentes de bonificación salarial en alrededor de 100 USD, es decir, en apenas dos años se había perdido un 60% de la capacidad adquisitiva, y la dolarización no había posibilitado, al menos hasta fines del año 2000, una recuperación del salario de los trabajadores.
Tetra: las exportaciones no petroleras ecuatorianas, en 1998 alcanzaron los 3.280 millones de dólares, para 1999 bajaron a 1.650 millones de dólares, y a fines del año 2000, no llegan a los mil millones de dólares. Se puede notar una pérdida de competitividad en el sector floricultor que ha cedido posiciones frente a los productores más competitivos de la región, en el sector camaronero que sucumbió ante los problemas de la "mancha blanca", y en el caso del banano que tuvo problemas de negociación internacional sobre todo con el mercado europeo. Es decir, la dolarización no ha provocado cambios importantes que revitalicen a uno de los sectores más estratégicos de la economía.
Una evaluación superficial y muy grosso modo delineada, da cuenta de que el proceso de dolarización en el Ecuador no tiene mayor viabilidad en el mediano plazo, y que actualmente se sostiene gracias al espejismo petrolero y a las remesas que cotidianamente envían los miles de exiliados por la crisis y el hambre. Vistas así las cosas, el futuro del Ecuador es bastante incierto y la dolarización, una vez pasado el espejismo petrolero se revelará como una camisa de fuerza que podría sumir al país en una crisis
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